Educación en una sociedad líquida
Conocer y amar desde un inconformismo joven
El término sociedad líquida (o modernidad líquida y amor líquido…) acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman transmite la idea de algo que fluye y se adapta a la forma del recipiente.
Ideas, costumbres morales, modos de sentir, de amar, de expresarse con la mente, el cuerpo o el corazón… todo… se acomoda. Así definía Bauman nuestra época, en la que muchos jóvenes afrontan una “devastación emocional y mental”, pensando que son una carga.
El concepto de “líquido” se une a libertad, a sueños de los que yo y solo yo soy el protagonista: “yes, you can!”
La fluidez se viste de autenticidad, espontaneidad, sencillez. Las normas, leyes, enseñanzas, o lo que se le parezca se tiñe con la sombra de la rigidez, de la dureza, de lo “medieval” o anticuado.
Pero, ¿será siempre bueno lo “líquido”? Por de pronto, si quieres pasarlo a otros tendrás que ponerlo en un recipiente. ¿Cómo y de qué llenas tu corazón y tu mente?
De lo que llenas el corazón depende que seas auténtico, inconformista, audaz y feliz.
¿Una personalidad fuerte puede ser líquida? ¿Somos maestros de nosotros mismos?
Recogemos a continuación unos apuntes de la sesión de Juan Manuel de Prada, con motivo de la apertura del congreso Forun 2021, en la Universidad de Navarra, España.
“Navegando: en busca de una educación sólida en una sociedad líquida“.
Educación, afirmó de Prada, es entregar una llave que nos han dado y que nos abre una casa.
La llave de una casa que quienes nos han precedido han explorado, cuidado, contribuido a hacerla mejor. Nosotros la recibimos y la hacemos nuestra, y tendremos que entregarla a los que vengan después.
Lo que recibimos ha sido hecho por muchas generaciones y cada generación se ha subido a hombros de la anterior. Como un enano a hombros de un gigante.
La educación es un llave que se pasa de unos a otros.
Es tradición, en línea con lo que escribió san Pablo: “os entrego lo que recibí”. En la sociedad líquida se pretende que la llave que se entrega no logre abrir nada… Se nos dice: así, no te verás obligado a vivir en una casa vieja y con bibliotecas polvorientas… ¡Busca mejor la novedad, una casa enteramente nueva!
¡Hay casas con más comodidades! Podrás tener en ella ¡muchas pantallas! O, si prefieres, busca una casa itinerante: es decir, puedes hacer, decir, pensar lo que quieras en cada momento…, como quien vive hoy en una ciudad y mañana en otra.
Es bueno no perder de vista la verdadera intención: tener una llave que abra la casa de los que nos han precedido. Con ilusión, con deseos de mejorarla, sin inmovilismos.
Como afirmó Chesterton: tradición es la transmisión del fuego, no adoración de las cenizas.
Cada inquilino de la casa que ahora se nos ofrece ha hecho sus mejoras sin cambiar la estructura básica ni destruir los cimientos. Tenían una visión de la realidad común. No creían que el mundo fuese inexplicable y sin sentido. Veían un origen y un fin. Hemos querido explorar esa casa y alumbrarla.
Se necesita una educación sólida en tiempos líquidos, en que la clave es que la vida tiene sentido.
Hoy se fomenta la idea de que el pasado puede ser destruido por nuestra capacidad creativa, de que el pasado no importa ni existe. En verdad, solo el pasado permite la explicación más completa de la realidad.
El pasado permite una cosmovisión del mundo. El pasado tiene que encarnarse en el presente. De ahí puede surgir un verdadero pensamiento crítico. Crítica viene del verbo griego “krínein”, que puede significar “mirar dentro”.
El pasado hay que mirarlo desde dentro. Para hacer un juicio crítico hay que tener criterio. Y el criterio tiene que ser formado.
Los seres humanos envejecemos cuando perdemos el ansía de saber.
La formación sin criterios nos lleva a ser víctimas y esclavos de las modas. Vale la pena insistir en la importancia de la llave y confiar en ella.
Necesitamos una cosmovisión que nos presente la posibilidad de entender el mundo y descubrir su sentido.
Hoy, en cambio, triunfa la cultura de la sospecha. Se promueve una desconfianza generalizada, que lleva a una sociedad no habitable. Se pierde la posibilidad de transmitir nada, pues no se cree en nada.
La llave de la que hablamos tiene que ser entregada por alguien: por un maestro a un discípulo.
Luchad por ser discípulos y no alumnos, subrayó de Prada a la audiencia de estudiantes. Y exigid a vuestros profesores que sean maestros.
El mensaje de Cristo triunfó por esto: Cristo era maestro que confiaba en sus discípulos. Un maestro tiene que tener capacidad de generar discípulos y de ahí saldrán los genios. Los discípulos, a su vez, pueden ser maestros del maestro… subirse a hombros de gigantes. Así surge la personalidad.
Muchas veces se piensa que el criterio es nuestro y en realidad nos lo han impuesto.
Existen estereotipos de personas que repiten como loros lo que otros les meten en la cabeza. Nada más monstruoso que dos personas iguales: ahí tenemos los clones…
La prédica de que el alumno puede formarse solo, y de que siempre es distinto y especial es venenosa. Ese alumno se convertirá en recipiente que reciba lo que conviene al poderoso en cada momento. No formará un criterio sino dispersión.
La visión del mundo queda hecha de remiendos y termina en un gran caos.
El espíritu crítico requiere transmisión, pues si no hay dispersión, que es lo propio de sociedad líquida.
Para que haya una llave se requiere además el concepto de autoridad, que hoy no gusta. Incluso se piensa que se tiene que abolir: habría que borrar las fronteras entre padres e hijos, o entre maestros y discípulos.
Como es imposible borrar del todo estas fronteras, tratan de darle una connotación negativa a la palabra autoridad. Muchos piensan inmediatamente como sinónimo en “autoritario”. Pero el que tiene autoridad no es autoritario sino autorizado.
Autoridad viene de augere, hacer crecer. Sin ella no puede haber verdadera educación.
Hoy se pretende que el alumno sea maestro de sí mismo: es de algún modo halagador, pero tal vez con ello pretenden sobornarnos y destruirnos.
Conviene aceptar la autoridad de los maestros y añadir algo de nuestra propia personalidad. Así se adquiere una visión coherente del mundo, en que la vida y tiene sentido y hay una misión que nos espera.
Esto se ve fundamentalmente cuando se considera que la vida tiene origen en un creador. El final será precisamente el reencuentro con ese creador. Y que al concluir la aventura podamos entregar enriquecida la casa que recibimos.
Terminamos con esta frase de Juan Manuel de Prada:
“Qué bonito es conocer a una persona, porque siempre es alguien nuevo”.
Vídeo de la conferencia de Juan Manuel de Prada, congreso Forun 2021:
Vídeo resumen, apertura del congreso Forun 2021, palabras de Juan Manuel de Prada: