La depresión y el burnout

La depresión y el burnout son una alteración del tono del humor 

Entender qué es la depresión y el burnout es clave para vivir más felices. La depresión constituye una enfermedad caracterizada por síntomas tales como estado de ánimo bajo, pérdida de interés y de iniciativa, lentitud psicomotora, pesimismo, indecisión, sentimientos de culpa y otros.

La depresión se diferencia de la tristeza normal porque es demasiado intensa, va más allá de lo que cabría esperar, y provoca una marcada debilitación de las funciones físicas, sociales y de la capacidad de trabajo.

Hay numerosas formas clínicas de la enfermedad depresiva y las causas son múltiples. Hasta un 50 % de las depresiones en adultos pueden tener cómo raíz una herida psicológica de la infancia.

El diagnóstico de depresión se sospecha por la persistencia de un estado del humor triste, como una marea baja, por más de dos semanas, o unas gafas oscuras que impiden ver.

Se acompaña de sentimientos de culpa, desgana para hacer cualquier cosa, falta de apetito, disminución de peso, despertar precoz, etc.

Distinguir la tristeza de la depresión

El siguiente cuadro ayuda a distinguir una tristeza normal de una depresión, aunque no existe una delimitación exacta:

       Tristeza normal          Depresión
Hay un estímulo desencadenante  No siempre lo hay
Proporción entre estímulo y respuesta  Respuesta desproporcionada
Duración limitada y proporcionada  Duración mayor de dos semanas
Escaso deterioro laboral, familiar, etc.  Marcado deterioro
Ninguno o pocos síntomas físicos  Síntomas físicos importantes

 

Las depresiones más importantes se llaman endógenas, en la que la causa es principalmente una alteración del funcionamiento cerebral, con una desregulación de productos químicos o neurotransmisores, especialmente la serotonina, la noradrenalina y la dopamina.

La depresión endógena incluye a su vez varias formas, principalmente unipolar, o solo depresiva, y bipolar, en que se dan periodos de euforia patológica o manía.

Factores de personalidad que influyen en la depresión

Algunos rasgos de personalidad que pueden favorecer la aparición y recaída de los síntomas depresivos son:

  • Exagerado deseo de orden
  • Tendencia a la hiperreflexión y escrúpulos
  • Auto-exigencia e intolerancia
  • Sentido del deber fuerte e inflexible
  • Perfeccionismo exagerado
  • Dependencia de los demás, también para la autoestima
  • Humor muy variable y obsesividad

El estrés profesional o burnout

Una dolencia similar a la depresión, que se instaura poco a poco, es el burnout o estrés profesional.

El burnout es un tipo de estrés crónico, que traducido del inglés significa estar quemado. En otras épocas se lo ha conocido como surmenage, psicastenia, neurastenia o síndrome de astenia crónica. Los primeros casos se describieron en enfermeras en los años 50, en Inglaterra.

Afecta a personas con trabajos de alta responsabilidad, como ejecutivos, políticos o empresarios; y a quienes trabajan en áreas de servicio o con personas a su cargo: médicos, enfermeras, profesores, policías, pilotos, sacerdotes e incluso a las amas de casa.

Rasgos de personalidad que favorecen el burnout

Las personas más propensas suelen tener rasgos similares a los que mencionamos para la depresión:

  • inseguridad
  • perfeccionismo
  • voluntarismo
  • meticulosidad
  • actitud controladora
  • elevada autoexigencia
  • rigidez psicológica
  • escasa tolerancia a la frustración
  • marcada dependencia del rendimiento y del éxito
  • competitividad
  • hiperactividad
  • inconformismo
  • impaciencia
  • obsesividad

Las etapas del burnout son:

  • Agotamiento emocional, con indiferencia ante el sufrimiento y falta de compasión.
  • Despersonalización o cinismo, con desconfianza, rechazo y sentimientos de culpa
  • Escasa realización personal con frustración que lleva a la apatía

Cómo afrontar la depresión y el burnout

El modo de ayudar a una persona con trastorno del humor depende de la situación o fase en la que se encuentre. Es importante no prolongar innecesariamente el sufrimiento personal o de otros.

Si se sospecha una depresión, lo mejor es acudir pronto a un profesional de la salud.

Si hay intentos de autolesiones o ideas de suicidio, o delirio, o algún episodio de manía o euforia patológica, la atención médica es más urgente.

En las fases depresivas la ayuda de un familiar, de un amigo o el acompañamiento espiritual son útiles porque dan apoyo válido, pero muchas veces hacen falta medicamentos.

Medicamentos para la depresión

Los antidepresivos modernos logran una recuperación más rápida. Entre las crisis o en el periodo de convalecencia cabe afrontar, con el consejo de expertos, los rasgos del carácter que predisponen al trastorno, como las rocas que la marea baja ha hecho aflorar.

El tipo de antidepresivos más usados son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina:

  • Citalopram (Celexa)
  • Escitalopram (Lexapro)
  • Fluoxetina (Prozac: que fu el primero en comercializarse)
  • Paroxetina (Paxil, Pexeva)
  • Sertralina (Zoloft)

Consejos útiles en la depresión

La vida espiritual y sus recursos ayudan a la persona en todo el proceso de curación. El paciente es más capaz de tomar distancia de sus síntomas (no siempre se logra), y aceptar la enfermedad sin identificarse con su estado patológico.

A los pacientes depresivos no les ayudan los consejos genéricos animantes o las exhortaciones. No hay que pedirles un esfuerzo de buena voluntad o decirles, por ejemplo, ¡ánimo, que hay otros peores que tú!

Desde el punto de vista espiritual servirá todo lo que les lleve a salir de sí mismos, a mirar a Dios y a los demás. Cabe animarles a ofrecer el sufrimiento, incluso a posteriori, cuando se supera el episodio. Para muchos, aceptar la enfermedad es difícil, pero de ningún modo deben verla como un castigo. Y tampoco tenerla gravada como una etiqueta humillante.

A veces, entra en las manifestaciones de la enfermedad no creer lo que les dicen los médicos. Ayuda fomentar la esperanza, la confianza y la paciencia.

La tristeza producida por el mismo sentirse triste añade un sufrimiento de más que es mejor evitar. Muchos llegan a comprender que la experiencia adquirida con una depresión es de gran valor, también para ayudar a los demás, y que es bueno mirar al futuro con optimismo. Ante esta enfermedad, el ser humano piensa más en las limitaciones y en las deficiencias de su psique finita.

Conviene evitar una búsqueda ansiosa y constante de la causa de los síntomas, un trauma que los haya desencadenado o un motivo, porque aumenta la tendencia a la autocrítica contraproducente y fomenta sentimientos adicionales de culpa y de incapacidad.

En general, salvo en los casos graves, un paciente con depresión está en condiciones de continuar sus actividades normales (será el médico quien diga lo que pueda hacer o no), incluso las prácticas de piedad cristiana que quizá antes hacía. Es oportuno que, si es posible, tenga el tiempo ocupado, aunque pueda dormir más (siempre teniendo presente que dormir demasiado es contraproducente) y descansar en algunos momentos del día.

El estrés y la tristeza en el trabajo

Ante un descontento laboral y estrés, hay que evaluar factores individuales y de la institución o empresa en la que se trabaja.

A nivel personal, hay que afrontar los rasgos peligrosos que se mencionaron. Se deben evitar los extremos en las expectativas: o muy bajas, cercanas a cero (nunca haré nada útil, no sirvo para esto…), o muy altas y poco realista.

Las expectativas demasiado altas o una grandeza irreal tarde o temprano llevan a la ruina. Las bajas expectativas, por su parte, destruyen la iniciativa o paralizan la acción, lo que resulta en una disminución de la autoestima.

En cuanto a la empresa o lugar de trabajo, es importante que hay áreas de crecimiento y distensión para todos, que se fomenten actividades diversas, que se dé la preparación adecuada a cada persona y un buen apoyo interpersonal.

Un factor preventivo de burnout y depresiones es un propósito o sentido fuerte de la existencia, valorado por uno mismo y por otras personas que nos ayudan a llevarlo a cabo.

Hay que reducir las circunstancias estresantes y mejorar la capacidad para controlarlas, tolerar los eventos negativos, mantener un concepto positivo de sí mismo, el equilibrio emocional y relaciones interpersonales satisfactorias.

Es fundamental fomentar la esperanza, el optimismo, tomar distancia de los eventos, reevaluar las situaciones, desempeñar actividades gratificantes, pensar en los demás y pedir ayuda.

Lectura recomendada: Wenceslao Vial, Madurez psicológica y espiritual, Palabra, 2019 (4ª).

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