Afectividad en la formación humana y espiritual
Acompañamiento espiritual del corazón
En la primera parte de este artículo, sobre formación humana y espiritual de la afectividad, enunciamos el ABC del acompañamiento espiritual, y nos centramos en la identidad que sostiene a la persona. Veamos ahora ese mundo interior que tantas veces se agita e impide respirar con calma: la afectividad.
¿Cómo valorizar la afectividad en sintonía con la identidad personal? ¿Cuáles podrían ser algunos elementos fundamentales?
Nuestra atención inicial se puede dirigir a ayudar a descubrir el propio temperamento, que es bueno y querido por Dios, con sus habilidades y carencias. El temperamento es esa fracción de nuestra personalidad más heredada, que condiciona en parte el modo de ser, pero no lo determina.
Los temperamentos influyen en la afectividad:
- a) Melancólico: responsable, serio, con gran sentido del deber y de la lealtad. Sensible, con tendencia al perfeccionismo y a los escrúpulos. Inseguro, con sentimientos de culpa y susceptible. Prefieren la soledad. Etimológicamente viene de bilis negra (μέλας χολή). En un diccionario se lee: “quien siente o se inclina a sentir una dulce y moderada tristeza”. Se habla también de un humor negro, de naturaleza fría y seca.
- b) Flemático: simpático, tolerante, constante y prudente; equilibrio, autocontrol y capacidad de comprensión; a veces indiferente y escéptico. No se apresura a tomar decisiones, es comedido. Demasiado lento, pasivo, sin intereses: gente de “sangre fría”. Se describen como personas con tendencia a actuar con calma y despacio, sin salirse de su sitio o estar fuera de tono; algunos sinónimos son lento o plácido. Tiende a ser racionalista y poco soñador.
- c) Colérico: apasionado, de “sangre caliente”. Fácil entusiasmo, intensidad y profundidad en las experiencias. Irritable, con tendencia a la cólera sin razón; poco control de las emociones y reacciones. Seguro de sí, puede ser déspota o intolerante. Dante escribió “Ciertos por complexión colérica son propensos a la cólera”; sinónimos: furioso, irascible.
- d) Sanguíneo: tono vital alegre, capacidad de superar dificultades, ver el lado bueno de las cosas, tolerante, activo, se entusiasma con facilidad, pero puede ser superficial y dejar las tareas antes de tiempo. Tiene tendencia a ser frívolos, imprudentes, volubles, impulsivos y temerarios.
Una vez conocido el temperamento, con sus pros y contras, se puede fomentar el deseo de cambiar. Es bueno detenerse además en el por qué soy así. Habrá sin duda algo heredado; pero probablemente también haya habido, junto a ello, una gestión con aciertos y con heridas psicológicas. Las experiencias positivas o negativas dejan siempre su huella. Es importante conocerlas, para integrarlas de manera cristiana. Las positivas, reforzándolas; las negativas… ¿cómo hacer? Aprendiendo a perdonar y a pedir perdón, sabiendo que esto no es una emoción o sentimiento, sino una elección. Recordar que “comprender es comenzar a cambiar” y “cambiar es comenzar a comprender”. Elegir ser perdonados por Dios y llenarnos de su perdón es el camino para poder elegir perdonar a otros.
Se inicia entonces un camino que va desde el temperamento al carácter: cuando se conoce el propio modo de ser heredado, es más fácil construir con la virtud un buen carácter. En cada temperamento heredado hay características positivas que inclinan a afrontar la vida de un modo concreto; esta inclinación positiva es un “recurso natural” importante que Dios concede en el campo de la afectividad y que será uno de los grandes aliados del proyecto vital.
Lo positivo lleva consigo, a la vez, una “letra pequeña”, que corresponde a las posibles consecuencias negativas de un temperamento. Es importante no focalizarse en lo más negativo, aunque haya que trabajarlo habitualmente, pues salta a un primer plano con facilidad. Se dice que cada temperamento heredado tiene su virtud más necesaria, para minimizar los efectos negativos y potenciar que lo bueno se despliegue con fuerza para conseguir un buen carácter.
El carácter es la parte del modo de ser que se forma a lo largo de toda la vida. se compone de virtudes, hábitos o fuerzas adquiridas y desarrolladas por la práctica, como se puede profundizar en un artículo de Alexandre Havard.
Dones que ofrece cada temperamento heredado
Veamos ahora los “dones” que ofrece cada temperamento, así como la “letra pequeña” negativa que conlleva y la virtud o virtudes que ayudan a sacarle su mayor partido:
- a) Melancólico: ordenado, constante, profundo y con capacidad de tener ideas; de actividad retardada y duradera, le cuesta poner en práctica la idea en torno a la cual gira. Aporta profundidad. Necesita Audacia.
- b) Flemático: reflexivo, sereno, equilibrado; es comedido y busca la paz; tiende a analizar procesos; tiene, como el melancólico, una reactividad retardada, pero efímera; y le resulta difícil soñar en grande. Aporta reflexión. Necesita magnanimidad, y con ella trasforman sus sueños en realidad.
- c) Colérico: emprendedor, enérgico, sabe lo que quiere y es seguro de sí; es de reactividad inmediata, que dura en el tiempo; está orientado a la acción e inclinado a hacer muchas cosas, pero a veces con poca preocupación por los demás. Tienden al racionalismo. Aporta gran empuje. Necesita desarrollar la virtud de la humildad.
- d) Sanguíneo: es espontáneo, alegre, extrovertido; de reactividad inmediata como el colérico, pero poco duradero o estable; vive de su relación con las personas, le cuesta terminar sus proyectos. Aporta pasión alegre. Necesita perseverancia, resistencia, constancia, terminar las cosas.
Sobre las bases de la personalidad mejor conocida habrá que integrar el pasado, el presente y el futuro: ayudar a abandonar el pasado en la misericordia de Dios, y a unir el presente al futuro. Es decir, construir el futuro sacando experiencia del pasado (para uno mismo y los demás), confiando en la Providencia divina, concentrándose en el presente de su amor y por amor.
Todo esto se consigue al dejarse interpelar por la vida. La realidad es un lugar en el que volcamos nuestro ser día a día y, por tanto, debería ser un lugar de “diálogo”, para confrontar lo que somos: lo que dicen las personas y los sucesos que acontecen allí dónde estamos nos están “devolviendo” una señal en respuesta a nuestro actuar.
Hay que acostumbrarse a dialogar con mentalidad cristiana y con sentido vocacional. Esto es respirar a pleno pulmón, y permite el crecimiento de la afectividad. Es en el contacto con la realidad ordinaria cuando más ponemos en juego con sinceridad nuestros sentidos y potencias. Es un camino muy bueno para adquirir una sensibilidad creyente: se logra tal capacidad de oxigenación, que se presta a otros sangre arterial, pura y limpia.
Claves para mejorar acompañamiento psicológico y espiritual
Copiamos, por último, tres claves relacionales que “elevan la calidad” del acompañamiento personal desde el ámbito psicológico y espiritual: garantizan una vía aérea abierta, una buena respiración y que el corazón mantenga su ritmo enérgico y alegre: el ABC del ejemplo médico. Son elementos prácticos que favorecen el diagnóstico y la confianza de la persona y que refuerzan la voluntad, disponiéndola a querer emprender un camino de crecimiento feliz según su identidad:
- a) Fomentar un clima de confianza y cariño. El cuidado de la “atmósfera” del encuentro o del diálogo: hablar en un lugar agradable, que no sea oprimente para nadie, y a una buena hora. A veces dando un paseo, tomando algo o en un parque: lo que algunos llaman la “neutra tranquilidad de la naturaleza”. Mostrar con hechos que se tiene tiempo y deseos de ayudar, evitar salas oscuras o pequeñas o formales, mesas intermedias, oficinas de trámites. Para que se dé el clima adecuado, hay que estar atentos siempre, no solo en el “momento de la charla o conversación de temas espirituales”. La amistad, que se cultiva de muchos modos, es el sustrato para un buen acompañamiento. En esto se apoya y crece la delicadeza y la empatía.
- b) Mantener una actitud de “escucha”. Suele ser poco eficaz a corto o largo término, decir muchas cosas si la otra persona no las ve. Las preguntas van en la línea de: ¿cómo estás? ¿cómo puedo ayudarte? ¿hay algo más que yo podría hacer por ti? ¿qué te gustaría hacer? y, ¿cómo te gustaría ser? Es decir, hablar de un proyecto de vida cristiana, donde salgan a relucir los sueños, los deseos más profundos y las dificultades.
- c) Libertad. La vida cristiana nace, crece y se desarrolla de manera auténtica a partir de un núcleo: el encuentro entre la libertad del hombre y la libertad de Dios. La persona que ayuda a otra en su formación encuentra siempre la perenne novedad de la interacción entre el misterio de Dios y el misterio del hombre; descubre que –aun ofreciendo el consejo espiritual experimentado– la persona se introducirá en caminos únicos, por los que entiende que Dios la llama y que solo al empezar a recorrerlos se iluminará con mayor nitidez su futuro personal. Por esto, si tu papel es el de acompañar, ¡abre bien los ojos y déjate sorprender, pues lo que verás no se volverá a repetir!