Cómo mejorar el modo de ser con ayuda de los santos
San Josemaría sobre personalidad y carácter
Veremos cómo mejorar el mejorar el modo de ser, con la ayuda de los santos. Nos serviremos de algunas obras de san Josemaría Escrivá de Balaguer. Para conseguir la felicidad es preciso esforzarse por ser buenas personas. Y el propio modo de ser se puede modificar.
Las relaciones interpersonales más logradas surgen cuando hay empeño por mejorar el carácter. Las personas que cuidan su forma de vestir, de caminar, de comer, de hablar, de reír, de mirar, de escuchar a otros… atraen. En la dimensión espiritual, una personalidad madura especialmente cuando se deja modelar por la gracia de Dios.
Se ofrece una selección de puntos de san Josemaría que encuadran bien lo que puede ser un esfuerzo pacífico por parecerse a Jesucristo, que nace de esta consideración que nos interpela:
“¿Dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?”
Para consultar las obras de san Josemaría en varias lenguas:
Puntos de Camino sobre personalidad y carácter
El primer capítulo se titula Carácter: ver todo el primer capítulo de Camino
63. Tú —piensas— tienes mucha personalidad: tus estudios —tus trabajos de investigación, tus publicaciones—, tu posición social —tus apellidos—, tus actuaciones políticas —los cargos que ocupas—, tu patrimonio…, tu edad, ¡ya no eres un niño!…
Precisamente por todo eso necesitas más que otros un Director para tu alma.
124. Me escribías, médico apóstol: “Todos sabemos por experiencia que podemos ser castos, viviendo vigilantes, frecuentando los Sacramentos y apagando los primeros chispazos de la pasión sin dejar que tome cuerpo la hoguera. Y precisamente entre los castos se cuentan los hombres más íntegros, por todos los aspectos. Y entre los lujuriosos dominan los tímidos, egoístas, falsarios y crueles, que son características de poca virilidad”.
144. La pureza limpísima de toda la vida de Juan le hace fuerte ante la Cruz. —Los demás apóstoles huyen del Gólgota: él, con la Madre de Cristo, se queda.
—No olvides que la pureza enrecia, viriliza el carácter.
174. No digas: esa persona me carga. —Piensa: esa persona me santifica.
350. No es suficiente que seas sabio, además de buen cristiano. —Si no corriges las maneras bruscas de tu carácter, si haces incompatibles tu celo y tu ciencia con la buena educación, no entiendo que puedas ser santo. —Y, si eres sabio, aunque lo seas, deberías estar amarrado a un pesebre, como un mulo.
366. Vamos a ver, ¿qué injuria se te hace a ti porque aquél o el otro tengan más confianza con determinadas personas, a quienes conocieron antes o por quienes sienten más afinidades de simpatía, de profesión, de carácter?
—Sin embargo, entre los tuyos, evita cuidadosamente aun la apariencia de una amistad particular.
697. Los acontecimientos públicos te han metido en un encierro voluntario, peor quizá, por sus circunstancias, que el encierro de una prisión. —Has sufrido un eclipse de tu personalidad.
No encuentras campo: egoísmos, curiosidades, incomprensiones y susurración. —Bueno; ¿y qué? ¿Olvidas tu voluntad libérrima y tu poder de “niño”? —La falta de hojas y de flores (de acción externa) no excluye la multiplicación y la actividad de las raíces (vida interior).
Trabaja: ya cambiará el rumbo de las cosas, y darás más frutos que antes, y más sabrosos.
857. Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños. —¿Quién pide… la luna? —¿Quién no repara en peligros para conseguir su deseo?
“Poned” en un niño “así”, mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir… y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere.
947. Te pasmaba que aprobara la falta de “uniformidad” en ese apostolado donde tú trabajas. Y te dije:
Unidad y variedad. —Habéis de ser tan varios, como variados son los santos del cielo, que cada uno tiene sus notas personales especialísimas. —Y, también, tan conformes unos con otros como los santos, que no serían santos si cada uno de ellos no se hubiera identificado con Cristo.
Puntos de Surco sobre personalidad y carácter
14. “¡Es muy difícil!”, exclamas desalentado.
Oye, si luchas, con la gracia de Dios basta: prescindirás de los intereses personales, servirás a los demás por Dios, y ayudarás a la Iglesia en el campo donde se libra hoy la batalla: en la calle, en la fábrica, en el taller, en la universidad, en la oficina, en tu ambiente, en medio de los tuyos.
138. No tienes excusa ninguna. La culpa es sólo tuya. Si sabes —te conoces lo suficiente— que, por ese sendero —con esas lecturas, con esa compañía, —, puedes acabar en el precipicio, ¿por qué te obstinas en pensar que quizá es un atajo que facilita tu formación o que madura tu personalidad?
Cambia radicalmente tu plan, aunque te suponga más esfuerzo, menos diversiones al alcance de la mano. Ya es hora de que te comportes como una persona responsable.
356. Ojalá no caigas, nunca, en el error de identificar el Cuerpo Místico de Cristo con la determinada actitud, personal o pública, de uno cualquiera de sus miembros.
Y ojalá no des pie a que gente menos formada caiga en ese error.
—¡Mira si es importante tu coherencia, tu lealtad!
370. Siempre he pensado que la falta de lealtad por respetos humanos es desamor…, y carencia de personalidad.
427. Triste situación la de una persona con magníficas virtudes humanas, y con carencia absoluta de visión sobrenatural: porque aquellas virtudes fácilmente las aplicará sólo a sus fines particulares. —Medítalo.
435. No seas de esos que, cuando reciben una orden, enseguida piensan en cómo modificarla… —Se diría que tienen ¡demasiada “personalidad”!, y desunen o desbaratan.
443. “Una gran señal apareció en el Cielo: una mujer con corona de doce estrellas sobre su cabeza; vestida de sol; la luna a sus pies”. —Para que tú y yo, y todos, tengamos la certeza de que nada perfecciona tanto la personalidad como la correspondencia a la gracia.
—Procura imitar a la Virgen, y serás hombre —o mujer— de una pieza.
458. ¡Qué bien razonada la plegaria de aquella alma que decía: Señor, no me abandones; ¿no reparas que hay “otra persona”, que me tira de los pies?!
644. ¡Qué equivocada visión de la objetividad! Enfocan las personas o las tareas con las deformadas lentes de sus propios defectos y, con ácida desvergüenza, critican o se permiten vender consejos.
—Propósito concreto: al corregir o al aconsejar, hablar en la presencia de Dios, aplicando esas palabras a nuestra conducta.
651. Unas veces dejas que salte tu mal carácter, que aflora, en más de una ocasión, con una dureza disparatada. Otras, no te ocupas en aderezar tu corazón y tu cabeza, con el fin de que sean aposento regalado para la Santísima Trinidad… Y siempre, acabas por quedarte un tanto lejos de Jesús, a quien conoces poco…
—Así, jamás tendrás vida interior.
653. Remedio para todo: ¡santidad personal! —Por eso, los santos han estado llenos de paz, de fortaleza, de alegría, de seguridad…
739. Cumples un plan de vida exigente: madrugas, haces oración, frecuentas los Sacramentos, trabajas o estudias mucho, eres sobrio, te mortificas…, ¡pero notas que te falta algo!
Lleva a tu diálogo con Dios esta consideración: como la santidad —la lucha para alcanzarla— es la plenitud de la caridad, has de revisar tu amor a Dios y, por El, a los demás. Quizá descubrirás entonces, escondidos en tu alma, grandes defectos, contra los que ni siquiera luchabas: no eres buen hijo, buen hermano, buen compañero, buen amigo, buen colega; y, como amas desordenadamente “tu santidad”, eres envidioso.
Te “sacrificas” en muchos detalles “personales”: por eso estás apegado a tu yo, a tu persona y, en el fondo, no vives para Dios ni para los demás: sólo para ti.
755. A veces pretendes justificarte, asegurando que eres distraído, despistado; o que, por carácter, eres seco, reservón. Y añades que, por eso, ni siquiera conoces a fondo a las personas con quienes convives.
—Oye: ¿verdad que no te quedas tranquilo con esa excusa?
777. La fachada es de energía y reciedumbre. —Pero ¡cuánta flojera y falta de voluntad por dentro!
—Fomenta la decisión de que tus virtudes no se transformen en disfraz, sino en hábitos que definan tu carácter.
797. Amar es… no albergar más que un solo pensamiento, vivir para la persona amada, no pertenecerse, estar sometido venturosa y libremente, con el alma y el corazón, a una voluntad ajena… y a la vez propia
806. Pena grande te produjo el comentario, bien poco cristiano, de aquella persona: “perdona a tus enemigos —te decía—: ¡no imaginas la rabia que les da!”
—No te pudiste contener, y replicaste con paz: “no quiero baratear el amor con la humillación del prójimo. Perdono, porque amo, con hambre de imitar al Maestro”.
863. Lucha contra las asperezas de tu carácter, contra tus egoísmos, contra tu comodidad, contra tus antipatías… Además de que hemos de ser corredentores, el premio que recibirás —piénsalo bien— guardará relación directísima con la siembra que hayas hecho.
980. Desde todos los puntos de vista, es de una importancia extraordinaria la mortificación.
—Por razones humanas, pues el que no sabe dominarse a sí mismo jamás influirá positivamente en los demás, y el ambiente le vencerá, en cuanto halague sus gustos personales: será un hombre sin energía, incapaz de un esfuerzo grande cuando sea necesario.
—Por razones divinas: ¿no te parece justo que, con estos pequeños actos, demostremos nuestro amor y acatamiento al que todo lo dio por nosotros?
995. El cristiano triunfa siempre desde la Cruz, desde su propia renuncia, porque deja que actúe la Omnipotencia divina.
Puntos de Forja sobre personalidad y carácter
28. Algunas veces —me lo has oído comentar con frecuencia— se habla del amor como si fuera un impulso hacia la propia satisfacción, o un mero recurso para completar de modo egoísta la propia personalidad.
—Y siempre te he dicho que no es así: el amor verdadero exige salir de sí mismo, entregarse. El auténtico amor trae consigo la alegría: una alegría que tiene sus raíces en forma de Cruz.
37. Cuando se ama mucho a una persona, se desea saber todo lo que a ella se refiere.
—Medítalo: ¿tú tienes hambre de conocer a Cristo? Porque… con esa medida le amas.
79. No dejaré de insistirte, para que se te grabe bien en el alma: ¡piedad!, ¡piedad!, ¡piedad!, ya que, si faltas a la caridad, será por escasa vida interior: no por tener mal carácter.
99. Procura ser delicado, persona de buenas maneras. ¡No seas grosero!
—Delicado siempre, que no quiere decir amanerado.
128. Ama y busca la ayuda de quien lleva tu alma. En la dirección espiritual, pon al descubierto tu corazón, del todo —¡podrido, si estuviese podrido!—, con sinceridad, con ganas de curarte; si no, esa podredumbre no desaparecerá nunca.
Si acudes a una persona que sólo puede limpiar superficialmente la herida…, eres un cobarde, porque en el fondo vas a ocultar la verdad, en daño de ti mismo.
153. Un buen modo de hacer examen de conciencia:
—¿Recibí como expiación, en este día, las contradicciones venidas de la mano de Dios?; ¿las que me proporcionaron, con su carácter, mis compañeros?; ¿las de mi propia miseria?
—¿Supe ofrecer al Señor, como expiación, el mismo dolor, que siento, de haberle ofendido ¡tantas veces!?; ¿le ofrecí la vergüenza de mis interiores sonrojos y humillaciones, al considerar lo poco que adelanto en el camino de las virtudes?
168. Hay una sola enfermedad mortal, un solo error funesto: conformarse con la derrota, no saber luchar con espíritu de hijos de Dios. Si falta ese esfuerzo personal, el alma se paraliza y yace sola, incapaz de dar frutos…
—Con esa cobardía, obliga la criatura al Señor a pronunciar las palabras que El oyó del paralítico, en la piscina probática: “hominem non habeo! —¡no tengo hombre!
—¡Qué vergüenza si Jesús no encontrara en ti el hombre, la mujer, que espera!
247. Dame gracia para dejar todo lo que se refiere a mi persona. Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria…, en una palabra, tu Amor. —¡Todo por Amor!
463. ¡Persuádete!, si quieres —como Dios te oye, te ama, te promete la gloria—, tú, protegido por la mano omnipotente de tu Padre del Cielo, puedes ser una persona llena de fortaleza, dispuesta a dar testimonio en todas partes de su amable doctrina verdadera.
468. —Hijo: ¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?: ¿en tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?, ¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?, ¿en esa tozudez?… ¿Está ahí Cristo? —¡¡No!!
—De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar identificarse con Cristo.
483. ¿Esperas la victoria, el fin de la pelea…, y no llega?
—Da gracias al Señor, como si ya hubieras alcanzado esa meta, y ofrécele tus impaciencias: vir fidelis loquetur victoriam —la persona fiel cantará la alegría de la victoria.
501. No puedes comportarte como un niño revoltoso o como un loco.
—Has de ser persona recia, hijo de Dios; sereno en tu trabajo profesional y en tu vida de relación, con una presencia del Señor que te haga estar con perfección, hasta en los más pequeños detalles.
573. Cuando estés con una persona, has de ver un alma: un alma a la que hay que ayudar, a la que hay que comprender, con la que hay que convivir y a la que hay que salvar.
642. Por la confianza que El deposita en ti, al haberte traído a la Iglesia, has de tener la mesura, la serenidad, la fortaleza, la prudencia —humana y sobrenatural— de persona madura que adquieren muchos a la vuelta de los años.
No olvides que cristiano, como aprendimos en el Catecismo, significa hombre —mujer— que tiene la fe de Jesucristo.
702. Las tareas profesionales —también el trabajo del hogar es una profesión de primer orden— son testimonio de la dignidad de la criatura humana; ocasión de desarrollo de la propia personalidad; vínculo de unión con los demás; fuente de recursos; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que vivimos, y de fomentar el progreso de la humanidad entera…
—Para un cristiano, estas perspectivas se alargan y se amplían aún más, porque el trabajo —asumido por Cristo como realidad redimida y redentora— se convierte en medio y en camino de santidad, en concreta tarea santificable y santificadora.
709. Enfréntate con los problemas de este mundo, con sentido sobrenatural y de acuerdo con las normas morales, que no amenazan ni destruyen la personalidad, aunque sí la encauzan.
—Conferirás así a tu conducta una fuerza vital, que arrastre; y te confirmarás en tu marcha por el recto camino.
767. Lo que verdaderamente hace desgraciada a una persona —e incluso a una sociedad entera— es esa búsqueda, ansiosa y egoísta, de bienestar: ese intento de eliminar todo lo que contraría.
Selección para el curso de Psicología de la personalidad, aplicada a la dirección espiritual.
Universidad pontificia de la Santa Cruz, Roma.
Grupo de investigación en psicología y vida espiritual Joan Bautista Torelló
Prof. Wenceslao Vial