Criterios para el discernimiento vocacional

Veremos algunos criterios para el discernimiento vocacional cristiano. Hace unos días, iba caminando por Roma, vestido como sacerdote y me pararon dos chicos jóvenes, en los cuáles no cabía un tatuaje ni un piercing más. Querían hacerse una foto.

Índice de contenido: criterios para el discernimiento vocacional

1. Tipos de vocación

2. Motivación, intenciones y aptitudes

3. Psicología y misterio sobrenatural

Conclusiones

Uno me dijo, quizá al notar sorpresa, “Padre, no te fijes sólo en lo de fuera”. Le pregunté: entre tantos tatuajes, tienes alguno cristiano, una cruz, o algo… Se le ilumino la cara y me dijo: sí, tengo a Dios: en el antebrazo, en un pequeño espacio rodeado de muchos otros dibujos indescifrables, la palabra Dios (God).

Me acordé de lo que el Papa escribió en la exhortación apostólica Christus vivit, dirigida especialmente a los jóvenes: Dios ha tatuado en el corazón de cada persona un sueño grande y espera que se haga realidad.

Este sueño, este ideal, a veces no es evidente. Y para el discernimiento, no hay que fijarse solo en lo de fuera, hay que llegar a lo más profundo, al corazón, donde uno se decide o no por Dios, como dice el catecismo de la Iglesia.

Catequesis del Papa sobre el discernimiento

El Papa ha comenzado el 31 de agosto de 2022 una serie de catequesis sobre el tema del discernimiento. En la primera nos decía que es difícil, porque supone empeñar nuestra libertad y conocer nuestro corazón; pero, como se ve en el evangelio, llena de alegría.

Tenemos delante los ejemplos del que encuentra el tesoro o la perla y llenos de alegría ahcen lo preciso para tenerlos. Conocemos también a los reyes magos, que ven y siguen una estrella que les lleva a Jesús recién nacido. Y a las santas mujeres, que después de días de mucho dolor, descubren que Cristo ha resucitado y corren para darlo a conocer.

Qué significa criterio para discernir

Todos estamos llamados por Dios a algo, tenemos ese sueño tatuado en el corazón, esa estrella que puede guiarnos. Discernir es diferenciar entre distintas realidades, especialmente entre lo bueno y lo malo. El término vocación, por otra parte, viene del latín vocare, que significa llamar: sentirse llamado a una cierta tarea o misión. Y para discernir la vocación necesitamos criterio, palabra de raíz en el verbo griego krino, que significa juzgar y escoger.

Nos centraremos en el discernimiento personal: cómo juzgar y escoger nuestra misión, cuál es nuestro sueño, nuestra luz y fuerza. Este discernimiento va unido a un discernimiento eclesial: la ayuda que nos prestan quienes tienen la misión de comprobar la idoneidad para el camino que se desea emprender.

El Señor en el evangelio llama a muchos a seguirle. Algunos responden de inmediato que sí, lo dejan todo. Otros, como el joven rico, no se deciden a dar ese paso, a pesar de una invitación del Maestro, y se marchan tristes. Heinrich Hofmann plasma la escena: un muchacho capta que el Señor le llama, ve a la derecha del maestro a un enfermo sostenido por una de sus seguidoras. Y el joven no se decide a dar el paso adelante para servir. Esto nos introduce en el primer tema.

1. Tipos de vocación

No todos tiene la suerte de escuchar a Jesús en persona que llama, o tienen otros fenómenos extraordinarios que les confirmen. Cada vocación es única porque cada persona es única. Hay tantos tipos de vocación como personas en el mundo.

La llamada de Dios se percibe de modos muy distintos; y el modo de responder o entregarse, es también muy variable.

Entre tanta variedad, quizá nos preguntamos: ¿es posible estar seguros de que es Dios quien llama? ¿No será que me lo invento? Solo con la fe se puede entender, y pedir en el Padre Nuestro: Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra”; o clamar como el ciego Bartimeo, que grita a Jesús: Señor que vea (cfr. Mc 10, 46-52).

Seguir una vocación cristiana es seguir a una persona, a Cristo, que dijo “Yo soy el camino la verdad y la vida” (Jn 14, 6). Por eso lo fundamental es conocerle y quererle cada vez más: no solo admirarle como a una estatua antigua.

Formas de presentación de la llamada

Siguiendo a San Ignacio de Loyola , podemos hablar de 3 formas de presentación de la vocación o tiempos para hacer una sana elección.

  • Iluminación repentina: percibir una luz o voz, o algo que de algún modo te mueve. Como conversión de san Pablo. Habrá que ver si es un fenómeno sobrenatural, de tipo místico, o es fruto de la imaginación sana o enfermiza. Podrían existir problemas psicológicos o una emotividad exagerada que lleve a percepciones equivocadas. Si fuera el único elemento de la llamada, habría que desconfiar de ella.
  • Atracción sensible: es sentir el encanto por las cosas de Dios, por el camino que desea seguir. La base de una vocación que fuera solo atracción sensible, los sentimientos agradables que conlleva la elección, tiene más riesgo de inestabilidad.
  • Razonamiento ponderado: es la de quien analiza con su inteligencia los datos, se da cuenta de que ha sido creado para alabar a Dios, que a su vez quiere contar con obreros en su mies y, con esta convicción y el deseo de servir, elige uno de los estados autorizados por la Iglesia. No se queda en lo de fuera.

La persona que razona su vocación comprende que no tiene obstáculos, que Dios de algún modo “la necesita” y dice que sí. Las propias fuerzas pasan a un segundo plano, se confía en quien llama, que no puede equivocarse, y se asume el riesgo de la fe. No es que se rechace o se vaya en contra de los sentimientos. Por el contrario, una decisión libre mueve la afectividad y llena el alma de alegría y paz. En este tipo se encuentran las vocaciones más maduras o reflexivas, que son las más estables.

La Iglesia lo ha recordado con frecuencia. Pío XI escribió: La vocación no es «un sentimiento del corazón, o una sensible atracción, que a veces puede faltar o dejar de sentirse, [sino que] se revela en la rectitud de intención del aspirante al sacerdocio, unida a aquel conjunto de dotes físicas, intelectuales y morales que le hacen idóneo para tal estado» (Encíclica Ad catholici sacerdotii, 20-12-1935).

La vocación no es solo sentimiento ni deslumbramiento, sino un encuentro personal con Cristo. En este sentido, decía el cardenal Newman: si el Señor se hubiese aparecido a muchos que no le seguían, se habrían quedado impresionados y nada más… pero sus discípulos ¡se lanzan a evangelizar! Podía haber sido un recuerdo raro sin más, y se transforma en un encuentro personal.

Siempre habrá de los tres tipos de vocación: una iluminación, quizá en forma de mociones del Espíritu Santo, una luz, o convencimiento interior, de alegría y tal vez un cierto miedo. Habrá atracción por la persona de Cristo y un camino. Y no faltará el razonamiento.

La vocación llena la vida y se descubre con el corazón y la cabeza. Es útil la película El festín de Babette, basada en un relato de Isak Dinesen. En 1871, Babette, una cocinera católica tiene que abandonar París y va a servir a dos señoras luteranas, en un pueblo costero de Dinamarca. Gana mucho dinero en premio, y se lo gasta en una cena para alegrar a quienes sirve. Haz clic para ver la escena.

Después de la cena tiene lugar un interesante diálogo. Una de las señoras, al enterarse de que ha gastado todo el dinero en la cena, le dice: osea que hora vas a ser pobre toda la vida. A lo que Babette responde: una artista nunca es pobre. Así es la entrega a Dios. Una persona que sigue su vocación es feliz también en este mundo, si no deja de mirar al cielo. Descubre que, a pesar de su pobreza, de sus limitaciones, puede enriquecer a muchos: hacerles felices, como un buen artista.

El Papa hace referencia a esta película, en la exhortación Amoris Laetitia «”¡Cómo deleitarás a los ángeles!” Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar». Y nos introduce el segundo tema.

2. Motivación, intenciones y aptitudes en criterios para el discernimiento vocacional

Decía el Papa en su catequesis: el discernimiento requiere conocernos a nosotros mismos. Es una reflexión que hacemos con la mente y el corazón. No hay que fijarse solo en lo de fuera.

Temperamento y carácter

Lo primero que podemos conocer es nuestro temperamento o modo de ser heredado, para lo que puede servir algún test de temperamento, como el de esta web. Es bueno recibir el temperamento como un don de Dios, con sus puntos fuertes y débiles. En cada uno, cabe ver cuáles son las virtudes que más necesitamos para forjar un buen carácter.

Hay que conocer también posibles heridas del pasado, y los defectos más arraigados. Por ejemplo, el perfeccionismo, rigidez o sentido anormal del deber, que puede ser reflejo de heridas. Puede existir un pensamiento perjudicial que bota desde esa herida: como nadie me valora, tengo que ser perfecto. Puede interesarte hacer este test de personalidad.

La afectividad de base y el don del celibato

Después, habrá que conocer la afectividad: es decir, conocer nuestras emociones, para no vivir con un desconocido dentro de la propia casa. Por qué estamos tristes o alegres, qué nos produce miedo o desesperanza.

Estas emociones se apoyan en convicciones. Hay que llegar a los pensamientos o creencias de fondo (no quedarse en las apariencias). Una idea fuerte tiene mucho valor. ¿Cuál es esa idea en el cristiano?: soy hijo de un Dios que me quiere. Puede descubrirse alguna alteración, como por ejemplo ver a Dios solo como justiciero y castigador, moverse por miedo; pensar: no valgo, no sirvo, no me consideran…

Conocerse significa descubrir las propias motivaciones e intenciones. Algunas pueden ser más o menos inconscientes, y hay que llegar a verlas con la luz de Dios. Para esto, es útil hacer un examen de conciencia, que despierte varias preguntas. Entre estas, por qué quiero este camino, qué persigo, por qué deseo ser sacerdote, o entrar a la vida religiosa, o seguirle en el celibato apostólico.

Si se trata de una vocación al celibato, es importante comprender y apreciar el estado matrimonial. Entender el amor humano, que implica sacrificio, para entender el amor divino, que también implica sacrificio. Comprender que el amor no es enamoramiento o solo la emoción, como un latido más fuerte del corazón.

Identidad y misión: Dios y los demás

Acertar en la propia vocación parte de conocer la propia identidad. Quién soy, quién quiero ser y quién no quiero ser… Y desarrollar una capacidad esencial al ser humano, que es la autotrascendencia, o salir de uno mismo. Chevrot decía, el espíritu conformista impulsa a pensar y comportarse como los demás, la vocación del cristiano le obliga a vivir para los demás.

Una vocación que tenga como fin la propia persona, que esté marcada por el egocentrismo, puede fallar fácilmente. El amor, en cambio, es capaz de hacer soportar las dificultades, las peores crisis.

La vocación se puede ver como un proceso de crecimiento de una semilla desde el humos o tierra de la que estamos hechos.

Esquema de los criterios para el discernimiento vocacional

Esquema para el discernimiento vocacional, desde el humus al sacro, Wenceslao Vial

Las raíces se afirman en una personalidad de base o modo de ser sano: temperamento heredado, lo que trasmiten los padres; y carácter o huellas que van dejando las vivencias negativas y positivas.

El sustrato para que germine una vocación contiene las notas de madurez, donde sobresalen identidad, autonomía y autoestima. Se requiere un corazón limpio: una afectividad abierta, capacidad de querer, de perdonar y de decidir; y una intención recta.

Se añaden aptitudes individuales internas y relacionales. Es decir, el modo de enfrentarse a las propias habilidades, los puntos fuertes y los defectos. La forma de desenvolverse ante los demás y con ellos. Todo esto, convencidos de que la gracia divina es el riego, y Dios es el sol que atrae. Así, el corazón mueve a actuar y late al unísono con la voluntad de Dios.

Esta es la vía para ser auténticos, siguiendo la propia vocación. Lo vemos hecho realidad en un joven, Carlo Acutis, de la diócesis de Milán, que murió con 15 años. Fue beatificado el 2021. Su pasión era un gran amor a Jesús en la eucaristía, y le gustaba la informática y la web. Suya es la frase: “Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”.

3. Psicología y misterio sobrenatural en los criterios para el discernimiento vocacional

Este tercer apartado une dos dimensiones de la vocación: la psicológica: qué sucede en nuestros procesos mentales: nuestros afectos, comportamientos, nuestras convicciones de fondo, en el mundo relacional… Y cómo dejamos entrar al misterio.

Evaluar la libertad y la salud en el discernimiento vocacional

La vocación cristiana lleva a identificarse con Jesús, con su vida de donación plenamente libre. Es tan importante la libertad, que Dios quiso contar con la libertad de la Virgen para encarnarse.

Por esto, en el discernimiento, hay que valorar cómo está la libertad, que es posibilidad de elegir, y también autoposesión, autodominio o autocontrol. El acto más libre es el amor: de ahí la pregunta ¿me entrego por amor?

Jutta Burgraff, Teóloga de la Universidad de Navarra, escribió: «la libertad se mide por aquello a lo cual nos dirigimos. Cuanto más grandes son las aspiraciones, más grande es la libertad». Son un eco de Santo Tomás, que decía: “cuanto más intensa es nuestra caridad, más libres somos”.

La libertad se acompaña de la coherencia en la elección y en los pasos. Cuando se elige un camino es lógico decir que «no» a otras posibilidades. Se transforman en un sí de fidelidad a ese amor más grande. Se hace realidad lo que dice el Señor: «Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón» (Mt 6, 21). Alguien, por ejemplo, que viviera el celibato y al mismo tiempo tuviera un novio o novia, no iría bien.

La salud es importante, recordando que la enfermedad psicológica reduce esa libertad. Cuando quedan dudas sobre la salud psicológica, puede ser útil recurrir a psicólogos o especialistas. El ideal es que los psicólogos encargados de ayudar en el discernimiento posean una concepción cristiana de la persona, conocimientos teológicos suficientes y familiaridad con la vida espiritual. No basta habitualmente una preparación meramente técnica.

Equilibrio de la personalidad

Un documento de la Congregación para la educación católica, de 2008, lleva por título: orientaciones para el uso de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio.

Resalta el documento algunas características: necesidad del equilibrio de la personalidad, capacidad de llevar el peso de las responsabilidades pastorales, conocimiento profundo del alma, sentido de la justicia y de la lealtad. Y puntualiza: «Para una correcta valoración de la personalidad del candidato, el psicólogo podrá recurrir tanto a entrevistas, como a test, que se han de realizar siempre con el previo, explícito, informado y libre consentimiento del candidato».

Es importante, añade, discernir con rapidez los obstáculos más evidentes: «La excesiva dependencia afectiva, la agresividad desproporcionada, la insuficiente capacidad de ser fiel a las responsabilidades asumidas y de establecer relaciones serenas de apertura, confianza y colaboración fraterna y con la autoridad, la identidad sexual confusa o aún no bien definida».

Habla también de interrumpir: «el camino formativo (…) en el caso que el candidato, a pesar de su esfuerzo, el apoyo del psicólogo o de la psicoterapia, continuara manifestando incapacidad de afrontar de manera realista».

Menciona como motivos específicos para interrumpir el camino, «graves problemas de inmadurez, como fuertes dependencias afectivas, notable carencia de libertad en las relaciones, excesiva rigidez de carácter, falta de lealtad, identidad sexual incierta, tendencias homosexuales fuertemente radicadas, etc.».

¿Existe un test vocacional? ¿Cabe un para siempre?

Hay múltiples test para valorar las características de la persona. Hay también diversos autotest para conocerse mejor (ver, por ejemplo, en esta web: Test de personalidad). Los test psicológicos pueden ayudar en la tarea de discernimiento, pero no son siempre indispensables ni seguros al ciento por ciento.

La responsabilidad no será nunca del psicólogo o de un test. Un buen nivel de seguridad para admitir a una persona de manera definitiva a un camino vocacional, se obtiene tras un tiempo más o menos prolongado de prueba, suele durar años. Podemos afirmar que no hay vocacionómetros.

A la hora de discernir, conviene fijarse en los defectos acentuados o muy numerosos. En ocasiones, algunas peculiaridades son indicios de un carácter complejo. Pueden acompañarse de problemas somáticos como cefalea, acidez, contracturas, dolores sin causa aparente. Habrá que valorar cada caso, a cada persona.

Si alguien tiene una dificultad importante de personalidad, o un trastorno, es mejor que intente resolverlo, antes de decidir un camino definitivo.

Modo de vivir la sexualidad entre los criterios para el discernimiento vocacional

La persistencia de desviaciones de la sexualidad, o de actos frecuentes contrarios a la castidad, son signos de falta de idoneidad para una vocación específica. Pueden, además, indicar un desequilibrio psicológico y falta de libertad para adquirir compromisos.

Desde el punto de vista psicológico, una persona que desea vivir el celibato por amor a Dios, puede sufrir inconvenientes más serios que otros, si no es madura o no cuida habitualmente la virtud de la castidad. El matrimonio, sin embargo, no es un remedio para la falta de castidad, sino una vocación también. Y, por otra parte, con frecuencia las dificultades en la sexualidad no desaparecen con el matrimonio.

Admitir la posibilidad de decisiones definitivas

Un aspecto importante, para perseverar en el camino elegido, es estar convencidos de que las decisiones definitivas son posibles. El amor más grande incluye un para siempre: ¿qué pensarías si alguien te dijera te quiero mucho, mientras seas joven?

Admitir que se pueden tomar decisiones definitivas es esencial, como han recordado Benedicto XVI y el Papa Francisco. Si se niega, se genera una mayor inseguridad cara al futuro y menos alegría. Por esto también existen los periodos de prueba, que son necesarios.

Apertura a la trascendencia

Esta apertura o salir de uno mismo, aleja el egocentrismo y permite donarse. Surge de un anhelo por la verdad, belleza la bondad, que lleva a descubrir el amor de Dios.

Abrirse a la trascendencia en el contexto de la vocación es darse cuenta de que no hacemos nosotros un favor a Dios, sino que es él quien ilumina nuestra vida y la llena de sentido.

No estamos llamados a identificarnos con una idea sino con una persona, a la que hay que conocer, sin quedarse en lo de fuera o en las apariencias. San Josemaría resumía el itinerario de la vocación cristiana en: Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo (cfr. Camino, 382).

Y esto comienza pensando en quién es Jesús para mí y quien soy yo para él. Eso nos hace ver la vida como misión. Se da lo que Frankl llamó giro copernicano de la psicología: “no te preguntes tanto qué esperas tú de la vida, sino si la vida espera algo de ti”.

Esa apertura a la trascendencia es apertura al amor, a servir. Trascender es querer servir, como instrumentos. Madre Teresa de Calcuta se consideraba: «Un trozo de lápiz con el cual (Dios) escribe lo que quiere».

La apertura a la trascendencia da un sentido pleno a la vida. Se descubre una misión, que se funda en saberse hijos de Dios, y querer contagiar a otros la alegría de seguir a Cristo.

La sierva de Dios Montse Grases (1941-1959), una chica de Barcelona, de 17 años, en proceso de canonización, que había decidido seguir al Señor en el celibato. En ella lamaba la atención su alegría y vitalidad. Le gustaba una canción peruana que condensa el deseo de una persona enamorada: Recuerdo aquella vez que yo te conocí, tres cosas te ofrezco: Alma para conquistarte, corazón para quererte, y vida para vivirla junto a ti.

En fechas cercanas de 1997, fallecieron Viktor Frankl, la Madre Teresa y la princesa Diana. Recuerdo que una periodista de Oxford hacía notar, en un artículo, como Frankl había hablado y enseñado constantemente sobre el sentido de la vida; la princesa Diana lo había buscado con intensidad; y la madre Teresa lo había encontrado. La misma periodista (Léonie Caldecott) cuenta en ese artículo que ella pidió la admisión en la Iglesia católica, después de un encuentro con la madre Teresa.

Conclusiones

Como escribió en Psicología y vida espiritual, el sacerdote, psiquiatra y teólogo Joan Baptista Torelló, la vocación es un «encuentro de libertad y de gracia, de llamada y de elección, de voluntad humana y de voluntad divina», donde la clave es el amor, como la única vocación universal.

Termino con tres ideas que resumen los criterios para el discernimiento vocacional

  1. Estamos llamados a amar a Dios de manera total: «Con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente» (Lc 10, 27). Sin fijarnos solo en lo de afuera.
  2. Toda persona que quiera seguir la voluntad de Dios, como cristiano, puede fijarse si vive las Bienaventuranzas, que el papa llamó el Carnet de identidad del cristiano.
  3. Pasar la antorcha encendida de mano en mano (si no, no tendría sentido): pedir al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies: Sigue llamando y hay mucha gente dispuesta a seguirlo. Ojalá tú seas una o uno. Gracias.

Wenceslao Vial

Fuente: texto para presentación en Catholic link

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