Obsesión y compulsión

La obsesión es una alteración del contenido del pensamiento

El pensamiento de una persona obsesiva se ve invadido de ideas irracionales y repetitivas, percibidas por el sujeto como propias pero absurdas o exageradas.

El contenido de las obsesiones es variado: ideas de estar contaminado, de haber pecado, de tener que comprobar si la luz está apagada o la puerta con candado… y de cualquier otro tipo, vienen con fuerza a la mente, sin que se puedan cortar.

Las obsesiones producen ansiedad importante, que puede acompañarse de la compulsión, es decir, un intento de reducir la angustia y malestar que provoca la mente, con una determinada acción.

Las compulsiones son precisamente comportamientos repetitivos causados por esas ideas dominantes y persistentes (obsesivas), que la persona no logra detener, aunque los considere exagerados o absurdos.

La acción compulsiva produce una disminución de la ansiedad motivada por el pensamiento obsesivo, y por eso se refuerza y tiende a repetirse.

Una enfermedad específica llamada Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)

Las obsesiones patológicas van más allá de un simple pensamiento no deseado que al final desaparece. Los estados de tensión o ansiedad y la falta de sueño favorecen la dificultad para rechazar esas ideas. Además, afrontar con demasiada determinación o nerviosismo una cierta idea puede ocasionar el efecto contrario, es decir, hacerla aún más insistente.

No se debe confundir con lo que en el lenguaje común se dice estar obsesionado: por ejemplo, con una película o una novela que absorbe la atención. En estos casos no patológicos la idea obsesiva se experimenta con gusto y, si no se lleva a cumplimiento “la obsesión”, se logra seguir adelante sin problemas (si no fuese así, sería un signo de patología).

La diferencia de la obsesión, o el trastorno obsesivo compulsivo, con una enfermedad o pensamiento delirante es que la idea obsesiva sin delirio tiene una lógica y la persona la percibe como intrusiva o exagerada: le gustaría dejar de pensar en ella y no cree que sea cierta. En el delirio está convencida de que es verdad, por extraña que sea.

Cómo afrontar la obsesión y la compulsión

Sirven las medidas explicadas para disminuir la ansiedad.

Si uno tiene dificultad para dejar de pensar en alguna cosa, es probable que no esté enfermo, aunque podría tener un trastorno obsesivo u otra enfermedad.

No es infrecuente tener obsesiones en periodos de estrés, en la depresión, después de sucesos traumáticos, en los trastornos de alimentación, etc.

Si la obsesión provoca ansiedad frecuente o se acompaña de actos compulsivos se requiere con más claridad de ayuda médica.

Los fármacos –en concreto, los inhibidores de la recaptación de la serotonina, mencionados al hablar de depresión– logran controlar bien los síntomas, aunque al principio de la terapia se puede observar un empeoramiento. Un rechazo del fármaco es señal de mal pronóstico y con cierta frecuencia de que hay además un trastorno de personalidad.

La psicoterapia cognitivo-conductual, donde se hacen ejercicios para modificar las ideas obsesivas y los rituales compulsivos, se ha demostrado útil y capaz de hacer desaparecer la sintomatología a largo plazo.

La complicación más frecuente del trastorno obsesivo es la depresión secundaria.

Ante el diagnóstico de trastorno obsesivo, hay que recordar que es una enfermedad para la que existe una terapia bastante eficaz. Las medicinas y la psicoterapia ayudan a ver en la perspectiva correcta los rituales compulsivos, a entender su génesis y, con paciencia, a vencerlos.

Es importante no favorecer los ritos compulsivos de un enfermo, como podría suceder si uno se anticipa a abrir una puerta o facilita el lavado excesivo de las manos, o no dejar entrar a nadie en casa, etc.

Lectura recomendada: Madurez psicológica y espiritual, Palabra, 2019 (4ª).

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