Cuándo acudir al psicólogo o al sacerdote
¿Cómo saber cuándo acudir al psicólogo o al sacerdote? Vídeo de 14 minutos sobre este tema. No siempre es fácil saber si alguien necesita un médico, un psicólogo o un sacerdote. La duda se resuelve mejor cuando se tiene en mente la unidad de la persona, en sus tres dimensiones, física, psíquica y espiritual.
¿Cuándo se necesita un médico, un psicólogo o un sacerdote?
Hace algún tiempo recibí la carta de una persona que se lamentaba de que había pocos sacerdotes que supieran unir los aspectos psicológicos a los espirituales. Sería útil, decía, porque los aspectos psicológicos pueden inundar la vida espiritual, quitando la alegría y la paz. Y porque, añadía, tantas veces hacemos lo contrario de lo que pensamos que es justo.
Estas dos ideas reflejan, en mi opinión, aspectos importantes de la relación psique espíritu: las dificultades psicológicas pueden estorbar a las manifestaciones del espíritu, quitar la alegría y la paz; pero también las faltas de coherencia o decisiones voluntarias que arraigan en la esfera espiritual, pueden comprometer los procesos psicológicos. Esto nos plantea la pregunta: ¿Cuándo se necesita un médico, un psicólogo o un sacerdote? Intentaré dar algunas nociones útiles.
1. El ser humano en tres dimensiones: cuerpo, psique y espíritu
Comienzo con una premisa: el ser humano es una unidad de tres dimensiones: cuerpo, psique y espíritu. En esta tripartición, compatible con la clásica composición de cuerpo y alma sustancial, el cuerpo es lo orgánico y lo material; la psique es menos evidente, está muy unida a la parte corpórea, e incluye la afectividad (emociones, sentimientos y pasiones), los procesos mentales, las reacciones afectivas y la dinámica conscientes e inconsciente. El espíritu, en cambio, sería lo más inmaterial y lo que mantiene la unidad.
Una grieta en cualquiera de estas dimensiones puede hacer que se caiga la estructura entera. Es fácil entenderlo con las enfermedades orgánicas: una dolencia grave, afecta a toda la persona, puede tener repercusiones psíquicas como ansiedad, o depresión, etc. Las grietas psíquicas, por su parte, como un complejo de culpa obsesivo o una impulsividad exagerada, también afectan todo, incluso los aspectos espirituales como la relación con los demás o con Dios.
Y una fisura espiritual importante, un problema de consciencia, una culpa verdadera, puede provocar malestar psicológico y físico.
El sufrimiento en todos los casos es similar. La angustia, el agobio, la pena o desconcierto de quien padece una depresión pueden ser iguales a las de quien no encuentra el sentido de su vida, o de quien solo piensa en sí mismo y cómo obtener placer; o quizá sean estos problemas, que llamaríamos espirituales, la causa de las molestias psíquicas.
2. Dificultades para distinguir entre lo psicológico y lo espiritual
En algunos casos, la distinción entre algo médico o espiritual es sencilla, como cuando uno tiene dolor de estómago, o padece un delirio. En otros, es muy compleja o imposible.
Además, en muchas ocasiones son útiles el médico, que afrontará las enfermedades propiamente dichas; el psicólogo, que ayudará a descubrir y superar conflictos, a conocer posibles pensamientos distorsionados; y el sacerdote, que mostrará a Cristo como Modelo y será instrumento para que la persona reciba la gracia de Dios.
No existen recetas siempre eficaces, pues cada persona es única e irrepetible. En el libro Madurez psicológica y espiritual he intentado dar sugerencias prácticas para afrontar distintas situaciones.
Escuchar para aconsejar cuándo acudir al psicólogo o al sacerdote
Muy resumidamente, diría que lo primero ante alguien que pide consejo es intentar comprender cuál es el problema y su raíz de fondo o eslabón perdido: tantas veces alguna mala idea de nosotros mismos, considerarnos inútiles, sucesos pasados que atormentan, la incapacidad de perdonar.
Si no se consigue con rapidez llegar a las causas, descifrarlas y aliviar las molestias, será más importante pedir ayuda especializada y dejarse guiar. Si hay síntomas como la desgana, la apatía, el exceso de nerviosismo, que se prolongan por semanas, a pesar de seguir los consejos de un sacerdote o director espiritual, puede ser prudente la consulta a un médico o psicólogo.
Es clave valorar los aspectos del modo de ser, para determinar si son normales, si se pueden afrontar como defectos sin más, o si hay un trastorno de la personalidad que requiere de un especialista. Si hay dificultades importantes de perfeccionismo exagerado, escrúpulos permanentes, obsesiones, impulsividad o emotividad incontrolables, mucha susceptibilidad o celos, irresponsabilidad llamativa, abuso de sustancias o alcohol o excentricidades, es más probable que se necesite un médico o psicólogo experto.
El punto que divide lo normal de lo patológico, en la personalidad, no es neto. Se puede considerar que un rasgo es más anormal, cuando la persona sufre y hace sufrir, por su modo de ser o por las consecuencias, como afirmó el psiquiatra alemán Kürt Schneider.
3. Ante las dudas, acudir a un profesional de la salud
Ante la duda, un buen médico o psicólogo conviene que sepa orientar a su paciente hacia un sacerdote; y conviene también que un sacerdote o director espiritual sepan orientar en algunos casos hacia un profesional de la salud.
Una vez vino a verme una persona a la que el médico le había dicho: “Lo suyo parece un problema de conciencia moral”. Más de alguna vez he experimentado el bien que un comentario así puede hacer: por supuesto si es verdad, porque un médico tiene que distinguir, por ejemplo, lo que es un sentimiento de culpa patológico, de un sentimiento de culpa bueno y reparador.
También he comprobado, en mi labor sacerdotal, los beneficios de afrontar abiertamente algunos aspectos no directamente espirituales, al decir por ejemplo a alguien extremadamente ansioso, con tendencia marcada al pesimismo: “Mira, lo que te pasa tiene seguramente muchas causas, pero te beneficiarás de un apoyo psicológico, o al menos duerme mejor, haz ejercicio regularmente, sonríe tres veces al día…”.
5. Saber psicología sin necesidad de ser psicólogos
Pienso que un conocimiento profundo del ser humano implica saber psicología, sin necesidad de ser psicólogos: será la ciencia de un buen padre o madre de familia.
Con frecuencia, quien padece sentimientos de culpa patológicos, se adentra en la desesperación o la angustia, no acudirá en primer lugar a un médico o psicólogo, sino a un amigo, a un profesor, a un sacerdote. De aquí la importancia de estar preparados y saber encauzar, si el caso lo requiere, hacia otro tipo de ayuda.
El sacerdote está llamado a mostrar, a pesar de sus limitaciones personales, el rostro misericordioso de Cristo. Todos se beneficiarán de su consejo y en especial de los sacramentos. La confesión de nuestras culpas, pedir perdón y recibirlo explícitamente en nombre de Dios es un gran estabilizador de la personalidad.
Pero, como he dicho, hay muchos factores que pueden alterar la salud, y en la duda será conveniente el recurso a un profesional de este campo.
Y estos profesionales, a su vez, es bueno que tengan algunas nociones de la vida espiritual, sepan algo de la religión de sus pacientes, de su modo de relacionarse con el que consideran su creador, etc., para detectar cuándo será útil sugerir quizá una ayuda en ese terreno.
Conclusiones sobre cuándo acudir al psicólogo o al sacerdote
- El médico, el psicólogo o el sacerdote están en relación con un semejante, con alguien como ellos al que deben tratar con respeto y afecto, buscando en todo su bien. Los profesionales de la salud no pueden dejar de lado la dimensión espiritual y los sacerdotes, no pueden dejar completamente de lado los aspectos psicológicos y fisiológicos –aunque no serán ellos los que los traten–, porque tienen delante espíritus con carne y hueso.
- Cuando era estudiante de medicina escuché a un profesor decir: tu no curas una herida, curas a una persona.Un buen profesional estará atento a los aspectos espirituales, que diferencian a su paciente del “paciente” de un veterinario. Es decir, tendrá presente sus miedos, sus sentimientos de culpa, su relación con otros seres humanos. Y, si el enfermo es creyente, le facilitará si lo desea la cercanía de un sacerdote, o ministro de su confesión religiosa.
El tema del sentido de la vida y del sufrimiento puede surgir con naturalidad y ¡cuánto sirve a las personas poder hablar de todo esto!, también para decidir cuándo acudir al psicólogo o al sacerdote.
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Wenceslao Vial