¿Es posible una vocación para siempre?

[mk_page_section][vc_column width=»1/3″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286550651{margin-bottom: 0px !important;}»]ÍNDICE

  1. ¿Cuando se ha visto la propia vocación, hay que seguir…

  2. Discernimiento espiritual y psicológico…
  3. Cómo tomar decisiones definitivas
  4. La vocación es un encuentro de libertad y de gracia 

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»2/3″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286109209{margin-bottom: 0px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 25px !important;padding-bottom: 25px !important;padding-left: 25px !important;}»]

Vocación en la Iglesia y período de prueba 

[/vc_column_text][/vc_column][/mk_page_section][mk_page_section padding_top=»30″ padding_bottom=»30″ section_id=»parte-1″ sidebar=»sidebar-1″][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][mk_custom_box padding_vertical=»15″ padding_horizental=»25″ margin_bottom=»0″ min_height=»0″ bg_color=»#183759″][mk_fancy_title color=»#ffffff» size=»25″ margin_bottom=»0″ font_family=»none»]

  1. ¿Cuando se ha visto la propia vocación, hay que seguir adelante para siempre?

[/mk_fancy_title][/mk_custom_box][mk_custom_box padding_vertical=»0″ padding_horizental=»0″ bg_color=»#f8f8f8″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286157946{margin-bottom: 0px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 25px !important;padding-bottom: 25px !important;padding-left: 25px !important;}»]En toda vocación reconocida por la Iglesia hay un periodo de prueba y quien tiene la última palabra es el propio o la propia interesada. Es la persona con su conciencia quién sabe hasta qué punto «ha visto» la vocación o no. Su respuesta de amor podrá permanecer en el tiempo como ejercicio constante de libertad, como fidelidad dinámica al proyecto divino.[/vc_column_text][/mk_custom_box][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/mk_page_section][mk_page_section padding_top=»30″ padding_bottom=»30″ section_id=»parte-2″ sidebar=»sidebar-1″][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][mk_custom_box padding_vertical=»15″ padding_horizental=»25″ margin_bottom=»0″ min_height=»0″ bg_color=»#183759″][mk_fancy_title color=»#ffffff» size=»25″ margin_bottom=»0″ font_family=»none»]2. Discernimiento espiritual y psicológico de una vocación[/mk_fancy_title][/mk_custom_box][mk_custom_box padding_vertical=»0″ padding_horizental=»0″ bg_color=»#f8f8f8″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286216214{margin-bottom: 0px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 25px !important;padding-bottom: 25px !important;padding-left: 25px !important;}»]Si alguien, en su discernimiento personal e irremplazable, «ha visto» una vocación o “sentido” una llamada concreta de Dios, es normal que desee hacer de ella un proyecto «para siempre». De hecho, Dios llama a todos los seres humanos a algo en particular. Pero una cosa es saber que Dios te llama, como a todo el mundo, y otra es discernir qué camino particular ha pensado con cariño para ti. En este ámbito se sitúa el acompañamiento espiritual, que requiere un clima de confianza mutua.

Quien dirige o acompaña espiritualmente orienta a la persona, para que se forme su propio juicio y decida con autonomía.

Aunque la intención sea decir que sí para siempre, la convicción de que ese es el camino requiere tiempo. Tiempo para una mayor seguridad psicológica y espiritual de la misma persona, y tiempo para que quienes tienen esa misión en la Iglesia puedan comprobar desde fuera la idoneidad para las tareas o vías concretas a las que se aspira y la autenticidad libre de la intención y disposiciones. Es lo que se llama discernimiento eclesial.

[/vc_column_text][/mk_custom_box][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/mk_page_section][mk_page_section padding_top=»30″ padding_bottom=»30″ section_id=»parte-3″ sidebar=»sidebar-1″][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][mk_custom_box padding_vertical=»15″ padding_horizental=»25″ margin_bottom=»0″ min_height=»0″ bg_color=»#183759″][mk_fancy_title color=»#ffffff» size=»25″ margin_bottom=»0″ font_family=»none»]3. Cómo tomar decisiones definitivas[/mk_fancy_title][/mk_custom_box][mk_custom_box padding_vertical=»0″ padding_horizental=»0″ bg_color=»#f8f8f8″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286281724{margin-bottom: 0px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 25px !important;padding-bottom: 25px !important;padding-left: 25px !important;}»]Es clave que quien se siente llamado a un camino específico cuente con el consejo de las personas que le quieren y conocen, pues el conocimiento propio se ilumina con lo que nos dicen los demás. La Iglesia, a través de quienes la representan, tiene también que “reconocer” los signos característicos de esa llamada en la persona.

Admitir que la mujer y el hombre pueden tomar decisiones definitivas es esencial para la psicología y la vida espiritual, como han recordado Benedicto XVI y el Papa Francisco. La persona que se considera llamada por Dios a emprender una senda específica dentro de la Iglesia, tiene que llegar a un cierto grado de certeza y pensar si podrá vivir con serenidad y alegría los compromisos que entrevé. Porque en este mundo las «certezas» son relativas, los periodos de prueba son necesarios, de un modo análogo a lo que ocurre ante un tipo de vocación cristiana que es el matrimonio.

Después de ese periodo, suficientemente largo para un buen conocimiento, y acomodable a las condiciones de cada persona y momento histórico, cabe un sí definitivo. Cuando, después de conocer y valorar todas las circunstancias, se opta por ese sí para siempre, conviene aún más considerar el gran bien de seguir adelante.

El enamoramiento o primeras impresiones deja paso a un amor sereno que se renueva a diario. Tratándose de cuestiones en las que interviene seres humanos imperfectos, incluso después de este periodo puede haber errores y excepciones.[/vc_column_text][/mk_custom_box][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/mk_page_section][mk_page_section padding_top=»30″ padding_bottom=»30″ section_id=»parte-4″ sidebar=»sidebar-1″][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][mk_custom_box padding_vertical=»15″ padding_horizental=»25″ margin_bottom=»0″ min_height=»0″ bg_color=»#183759″][mk_fancy_title color=»#ffffff» size=»25″ margin_bottom=»0″ font_family=»none»]4. La vocación es un encuentro de libertad y de gracia[/mk_fancy_title][/mk_custom_box][mk_custom_box padding_vertical=»0″ padding_horizental=»0″ bg_color=»#f8f8f8″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286342478{margin-bottom: 0px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 25px !important;padding-bottom: 25px !important;padding-left: 25px !important;}»]La vocación es servicio. Se trata de alguien que dice libremente sí, por amor, a una llamada, que escucha en el murmullo silencioso y en el claroscuro de la fe. Solo en el tiempo se configura plenamente el sí definitivo. Y en ese tiempo, hay momentos en que la luz se pierde o deja de ver, como sucedió a los reyes magos con la estrella que les llevaba a Belén.[/vc_column_text][/mk_custom_box][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/mk_page_section][mk_page_section padding_top=»30″ padding_bottom=»30″ section_id=»consideracoes-finais» sidebar=»sidebar-1″][vc_column width=»1/6″][/vc_column][vc_column width=»2/3″][vc_column_text css=».vc_custom_1654286364880{margin-bottom: 0px !important;}»]Ver más en el libro: El sacerdote, psicología de una vocación

Wenceslao Vial

[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/6″][/vc_column][/mk_page_section]