Gustos, deseo y voluntad en Michael Ende
Este nuevo artículo de la serie literatura y sentimientos tratará sobre gustos y deseo, a partir de La historia interminable, de Michael Ende.
Tabla de contenido
- Entre el gusto y la voluntad
- Libertad más allá del gusto y el deseo
- Pensar sobre lo que se desea
- Descubrir la verdadera voluntad a partir del deseo
- El papel de la inteligencia
Entre el gusto y la voluntad
Una de las experiencias que más frecuentemente encontramos a nuestro alrededor es la dificultad que muchos tenemos para diferenciar entre gustos, deseo y voluntad, entre las cosas que nos gustan y las que realmente queremos.
Quizás, como reacción al excesivo racionalismo de los tiempos modernos, hayamos acabado cayendo en el extremo opuesto, del excesivo sentimentalismo o emotivismo, pensando que la relación entre gusto y voluntad es algo directo: si me gusta, entonces lo quiero; si no me gusta, no lo quiero.
Cada vez resulta más difícil entender que, debido a la propia estructura del ser humano, hay cosas que nos gustan y queremos, pero también es posible -más aún, es bastante común- que llevemos a cabo una serie de actos que no nos gustan, y que queramos hacerlos precisamente porque realmente queremos otra serie de cosas que, de hecho no nos gustan mucho.
Libertad más allá de gustos y deseo en Michael Ende
¿Es posible entonces vivir una vida más allá de gustos y deseos? ¿Será que puede ser propio del hombre, en algunas ocasiones y circunstancias, renunciar a sus gustos precisamente porque sólo así podrá alcanzar su verdadera voluntad?
Éste es uno de los argumentos centrales de “La historia interminable”, de Michael Ende. Quien esté dispuesto a salvar el Reino de la Fantasía recibirá un talismán (Aurin) con la inscripción: Haz lo que quieras. Y si una persona hace lo que realmente quiere, terminará salvando al mundo, porque se salvará a sí misma de su propio egoísmo. Parece fácil, pero realmente no lo es. Es la más difícil de todas las tareas humanas, como dirá uno de los personajes en un determinado momento del libro.
Bastian le enseñó al león la inscripción en el reverso de la ‘Joya’.
– ¿Qué significa eso? Haz lo que quieras. Debe significar que puedo hacer lo que me dé la gana, ¿no crees? Él dijo.
El rostro de Graograman de repente se puso muy serio y sus ojos empezaron a brillar.
– No, dijo con voz profunda y rotunda. Esto significa que debes hacer tu Verdadera Voluntad. Y nada es más difícil que eso.
– ¿Mi verdadera voluntad? -repitió Bastian. ¿Y eso qué quiere decir?
– Es tu secreto más profundo, que no conoces.
– Entonces, ¿cómo puedo saberlo?
– Siguiendo el camino de los deseos, pasando de uno a otro hasta el último. Así serás conducido a tu Verdadera Voluntad.
Sin embargo, la cuestión no es saber lo que quiero, sino saber si lo que quiero será realmente una actitud correcta. ¿No me equivoco al considerar bueno lo que es realmente malo? ¿No soy víctima de mi imaginación, de mis prejuicios o incluso de mis caprichos?
Pensar sobre lo que se desea
La acción verdaderamente humana es la que es deliberada y no la que es meramente impulsada por gustos y deseos.
– No me parece muy difícil – dijo Bastian.
– Es el más peligroso de todos los caminos – dijo el león.
– ¿Por qué?, preguntó Bastián. No tengo miedo.
– Ese no es el caso, resonó la voz de Graograman. Este camino requiere la mayor autenticidad y atención, porque en ningún otro lugar es tan fácil perderse para siempre.
– ¿Significa esto que los deseos que tenemos no siempre son buenos? –preguntó Bastián.
(…) Bastian se estremeció involuntariamente cuando Graograman dijo, con una voz que hizo vibrar el suelo:
– ¿Y qué sabes de los deseos? ¿Qué sabes sobre lo que es bueno o no?
Los deseos son tendencias básicas. Y son inmediatos. Inmediatamente sentimos deseos buenos y malos. Si fuéramos sólo seres deseantes, no habría ningún tipo de recriminación por el hecho de haber satisfecho nuestro deseo del momento, sea bueno o malo.
Descubrir la verdadera voluntad a partir del deseo
Cuando un león mata a una persona para saciar su hambre, o un perro muerde a alguien, no parece necesario abrir una investigación para verificar el motivo de sus acciones. Es diferente con los hombres. La intervención del deseo es la que explica el movimiento que da lugar a la acción, porque la inteligencia, por sí sola, es incapaz de moverse, a menos que considere como fin algún objeto o acción colocado por el deseo. Sin embargo, como decía Graograman, el deseo no es suficiente, necesitamos descubrir nuestra verdadera voluntad.
El deseo es capaz y está hecho para mover, pero no para saber si el objeto es bueno o malo, o más o menos bueno o malo. ¿Por qué? Porque es inmediato. Y sólo puede mirar para el aquí y el ahora. Sin embargo, esto no basta para saber si lo que vamos a hacer es bueno o no, justo o no, conveniente o no. ¿Por qué? Porque para ello necesitamos mirar nuestro pasado y nuestro futuro: quiénes somos, qué relaciones tenemos, quién puede beneficiarse, quién saldrá perjudicado, si será adecuado o no para nuestra familia, para nuestros sueños de futuro… Y el deseo no tiene respuesta para eso.
El papel de la inteligencia en deseo y gustos
El ser humano tiene que considerar todo lo que implica su acto, y no sólo el momento y el gusto presente. Éste es el papel de la inteligencia y del corazón.
La inteligencia permite al hombre ver más allá de lo inmediato de los deseos y deliberar sobre si cumplirlos o no. Nuestra inteligencia, considerando todo lo que implica nuestro acto, nuestro presente, pasado y futuro, podría incluso decir que sería conveniente realizar algo que, aunque no sea de nuestro gusto, sería lo más conveniente y correcto. Y entonces podremos hacerlo o no y, en esa medida, nuestra voluntad quedará forjada.
Pero no basta con escuchar la voz de la inteligencia. Como veremos, es necesario escuchar también la voz del corazón. Por eso los clásicos siempre pensaron que la función principal de la educación era educar los deseos, los sentimientos y el corazón.
Esto es lo que veremos en el próximo artículo.
Rafael Ruiz