La felicidad es descubrir la misión. “A la mayor parte de las personas que no le suceden cosas interesantes en su vida es por una razón muy sencilla: no saben qué quieren que les suceda”. (Marian Rojas)

Solo quien tiene un proyecto o vocación clara puede comenzar a ser feliz, como demuestra también un estudio de Harvard.

En el cuento Alicia en el paíz de las maravillas, hay un momento en que no Alicia está perdida ante una encrucijada de caminos: no sabe qué dirección tomar. Entonces, encuentra a un gato en un árbol, y le pregunta qué camino debe tomar. El gato le contesta: depende de dónde quieras ir. Y Alicia, que no tiene un objetivo claro, le dice que no sabe. A lo que el gato responde: pues da igual qué camino tomes.

Sin un objetivo o meta claro, da lo mismo qué hacer. No se puede medir o saber si algo es bueno o malo, si no se sabe para qué se hace.

Si no tienes un propósito en la vida es como si te rompieras. Avanzar sin un objetivo puede ser remar intensamente en un barco, pero en la direción equivocada. Y esa dirección es la que muestra la propia vocación.

Todos tenemos una vocación o camino, nadie queda excluido. Hay que descubrir eso que tenemos que hacer y nos hará felices; poner atención a las circunstancias es lo que ayuda a descubrirlo.

El Papa Francisco en la Exhortación a los jóvenes, Christus vivit, ayuda a discernir la propia vocación. Una pregunta clave es si nos conocemos a nosotros mismos; y luego, cómo podemos servir mejor a los demás y a la sociedad. Después, se examina si se tienen las habilidades necesarias para hacerlo.

Descubrir la misión en la vida ayuda a tener un motor interno para sobrellevar todos los obstáculos, y es una de las notas características de las personas felices. Quién sabe a qué está llamado también tiene claro que todo lo que le sucede tiene una razón y, por tanto, encuentra la felicidad en lo que hace.

Encontrar la misión es ser felicies y permite hallar el sentido a todo lo que sucede.

Ver también: criterios para el discernimiento vocacional.