Prevención para salud mental desde la infancia: comunicación

La comunicación es clave para el buen funcionamiento de un equipo de trabajo, en las empresas, en la familia, para la salud mental en general y de un modo especial en la infancia. La idea de este artículo me la habéis dado muchos padres de familia, primero por apuntaros tantos a los cursos que imparto sobre este tema y fundamentalmente por las respuestas que me vais dando durante estos últimos años, al breve cuestionario anónimo que os hago rellenar para mejorar mi trabajo. Os agradezco mucho vuestra colaboración y “la aprovecho” para que ayude a otras muchas más familias.

Índice de contenido

1. Importancia de la comunicación en la familia

La comunicación es el proceso mediante el cual se transmite y recibe información.

Está comprobado que la conversación es uno de los mecanismos humanos más importantes para la satisfacción personal. De ahí que la llamada “soledad no deseada” sea uno de los grandes enemigos del bienestar emocional e incluso físico.

Una filóloga española, Estrella Montoliu, habla mucho de la conversación y dice: “ nuestra vida está pespuntada por conversaciones”. Y es que hablar de comunicación es hablar de relaciones, de afectos, opiniones, emociones, ideas…: es una malla que todo lo engloba. Al comunicarnos compartimos experiencias, expresamos necesidades, damos forma a pensamientos, educamos, vendemos… y manifestamos nuestro amor…

Todos sabemos la importancia que tiene una palabra y un gesto, pues con ellas, construimos o destruimos.

Resulta curioso que, cuando vamos a un tanatorio a acompañar a algún amigo o familiar al que le ha fallecido alguien próximo; ¿qué se escucha?: “no dije”, “me decía”, “no terminamos de hablar de aquello”…. Y siempre me pregunto: ¿Hay que esperar a que los míos, a los que más quiero, estén muy enfermos para hablarles? Para decirles lo importantes que son para mí, la ayuda que me dan solo con su presencia, con su afecto más o menos evidente….

Esta reflexión está perfectamente descrita en la novela “Le llamé corbata”, cito un párrafo: ”si hubiera hecho. Si hubiera dicho. Nada causa mayor desconsuelo que el pluscuamperfecto de subjuntivo. Las posibilidades que implica no pueden cumplirse y a pesar de eso, o precisamente por ello, determinan lo sucedido en la realidad” (CAP 69 “ Le llamé corbata” Milena Michiko Flasar). Intento no usar ese tiempo verbal desde que lo leí.

2. Cómo mejorar el ambiente comunicativo

En estos artículos sobre salud mental en la infancia, queremos daros pistas para mejorar el ambiente comunicativo de vuestras familias, porque con la comunicación se refuerza la conexión y está comprobado lo muy beneficioso que es !sentirse conectados!

Con frecuencia no tenemos buena comunicación porque no hay tiempo/espacio que lo facilite. Para ello mi consejo es: elimina distracciones (teléfono, televisión, redes sociales). Crea un entorno donde todos escuchan, en el que hablan todos y mantén el contacto visual…se están construyendo buenas relaciones.

Para ello, los adultos somos los que tenemos que dar ejemplo, dejando nuestros teléfonos móviles en “ el parking “ porque a partir de cierta hora en esta casa solo hablamos entre nosotros. No te engañes con el tópico: ”yo uso el  teléfono para trabajar”! Pues precisamente, ¡por eso tengo un horario laborar que ya he cumplido y ahora me dedico a mi tarea más importante!

3. Nos centramos en el EMISOR

Vamos a partir de la idea que todos tenemos una historia previa, con unas emociones y unas experiencias que han podido construir un estilo comunicativo. Pero parto de un principio básico, que es no buscar culpables y si los hay, los elimino. En mi familia de origen pudo faltar comunicación, o era agresiva, o había una especie de “ pacto de silencio” en el que solo se hablaba de ciertos temas… todo eso pudo ser tu pasado, pero en el presente !Yo soy el único responsable de mis maneras de reaccionar!. Voy a tomar la responsabilidad completa, porque sólo así se puede cambiar.

Para que haya buena comunicación hace falta paciencia y perseverancia, (esto supone mucha fortaleza). Según las edades de nuestros hijos, hay que ser conscientes que estamos entrando en su intimidad y hay que hacerlo con cuidado. Vamos a descubrir sus miedos, sus experiencias, sus deseos, sus opiniones y sus dudas…pero para ayudar, para acompañar. No para quitarle su protagonismo, ni para solucionarles la vida.

Ojo con caer en la trampa de “ no hace falta que me diga nada porque lo sé todo del otro”. Con cuánta frecuencia nos quedamos muy confusos por reacciones, comportamientos o decisiones de personas a las que creíamos conocer perfectamente!! Los humanos no somos adivinos, ni podemos leer el pensamiento del otro, ni nos pueden ver el nuestro. Por eso, para que cualquier relación funcione hay que hablar, hay que explicarse y hay que preguntar.

La conversación debe de ser un acto de cooperación. Y necesita de cierto clima, que en cada edad será diferente: con los pequeños aprovecho mientras los peino, o les pido que me acompañen a lavar el coche, o a comprar… y empiezo yo, adulto, a contar cosas que me han pasado, porque no somos de la CIA que al llegar a casa nos dedicamos a hacer interrogatorios.

Tenemos que dedicar tiempo a pensar en cada uno de los míos para aprender a hacer preguntas profundas, importantes. Que abren horizontes. Estamos buscando crear puentes no hundirlos.

Siempre se ha utilizado el símil de que la educación es un proceso de construcción, y yo añado: respetando los distintos materiales.

Hay que dedicar algo de nuestro tiempo para pensar temas de conversación estimulantes, a través de preguntas abiertas y específicas…teniendo en cuenta la edad.

Para mejorar la comunicación y salud mental, nos puede ayudar reflexionar en:

  1. Si la conversación es agradable o tiene resonancia afectiva, la persona que escucha hace el fenómeno espejo, es decir, se adapta, sincroniza con el otro (y al contrario también). Por eso para mantener una relación cordial, educativa, que influya, hay que cuidar el diálogo. ¡Cuántos matrimonios se separan porque “ya no hablamos y cada uno construye una realidad paralela”!… Con los más pequeños nos puede pasar que solo damos órdenes, directrices y si te descuidas unidas a adjetivos “rápido, corre, calla” que todavía bloquean más al receptor.
  2. Para educar se deben tener conversaciones jerárquicas, porque no somos sus colegas, pero hay que respetar siempre cuando nos toca hablar y cuando no, porque “respetamos los pasos del baile”. Hay personas que no dominan esos patrones implícitos. Con los niños esto es mucho más importante porque su dependencia es mayor que la nuestra y su debilidad también. Necesitan respuestas seguras, claras. No me pongo a su nivel porque no somos amigos, pero tampoco le trato como a un adulto. Autoridad si, autoritarismo no. Decir las cosas claras sí, pero desahogarme con los míos de mis problemas laborales, tampoco. ¡Ojo con proyectar mis problemas personales con mis hijos: seguro que le va a pasar…!
  3. Hay conversaciones terapéuticas, son aquellas en las que te sientes escuchado atentamente, te hacen pensar y así sanan… ¿porque no nos proponemos esto a nivel familiar? Desde esa perspectiva puedo cortar a un hijo que se mete con otro que es más débil, con mis comunicaciones puedo transmitir seguridad a ese otro que duda de todo, puedo reír de una tontería o hacer un drama….
  4. La comunicación se basa en el principio de cooperación, para eso debe de haber sinceridad (si se falta a la verdad, se hace mucho daño) y se apoya también en el principio de relación: “incorpórate hablando del tema que se está hablando”. De hecho hay cierto castigo social a quien incumple esto. Y esto, hay que enseñarlo a los niños.

4. Qué hacer cuando estamos todos juntos:

  1. Escuchar no es estar inmóvil, ni silente es tener la capacidad de apoyar, reforzar… no juzgues cuando escuches, no busques soluciones, no interrumpas, no rechaces las emociones que surjan….
  2. En las interrupciones, dentro de una conversación, es muy importante analizar cómo me siento, por si he de reconducir esa primera reacción (me estoy enfureciendo).
  3. Enseñar a los hijos a escuchar. Las reglas de la conversación se aprenden: que respeten el turno, que sepan guardar sus temas para el momento adecuado… muchos niños no saben conversar porque nos ha faltado tiempo para enseñarles ¿qué modelo estoy siendo para ellos? Mi presencia y una atención plena son los mejores regalos que podemos darles. Regalar ratos de conversación es garantía de éxito, de felicidad y de madurez equilibrada.

La buena comunicación genera ese espacio de seguridad que debe ser la familia. Wolfgang von Goethe, «Trata a las personas como si fueran lo que tendrían que ser y las ayudarás a convertirse en lo que son capaces de ser».

Inmaculada Lluch Baixauli

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