Vídeo: madurez psicológica y espiritual


Explicación de la madurez psicológica y espiritual en un vídeo de 25 minutos. La madurez humana es distinta a la de los animales, los robots o las frutas, que no son libres. Por esto, para comprenderla, hay que tener en cuenta las tres dimensiones, física, psíquica y espiritual.

Ver los momentos claves del vídeo con un click:

Resumen: texto del vídeo madurez psicológica y espiritual

  1. Un proceso en libertad
  1. Madurez en la armonía
  1. Emotividad abierta

La madurez humana es un proceso, hacia algo… en sí mismo abierto a muchas posibilidades. El ser humano no solo madura, sino que hace suyo el proceso de madurez, lo posee y poco a poco lo conoce.

Las razones del optimismo verdadero es que somos autores de nuestro proceso de madurez, en el que no estamos solos. Contamos con la ayuda de Dios y de los demás.

1. Un proceso en libertad

Somos capaces de preguntarnos por el sentido de la vida y de nuestro propio proceso de madurez. Podemos intuir el bien y el mal a diferencia de un robot. No estamos determinados por fuerzas instintivas ciegas, como las aves y animales. Necesitamos de los demás y educación, no como una fruta que solo requiere sol y tiempo. Y, también a diferencia de una fruta, podemos volver a estar verdes o inmaduros.

Llegar al corazón, esencial e invisible a los ojos

Para comprender el tema, hay que llegar al corazón, lo más profundo de nuestro ser y metáfora del mundo afectivo. Es algo bueno, como al centro de un laberinto. El corazón necesita madurar. Pier Augusto Brescia decía: «antes tocaba los corazones con mis manos, ahora los toco con mis obras de arte».

Esta es una manifestación de la espiritualidad humana: tener un corazón maduro es ser capaz de reaccionar o “dejarse tocar” por la belleza, el bien y la verdad. Conseguirlo es madurar, es tener un buen corazón.

Llegar al corazón es descubrir lo «esencial que es invisible a los ojos» (Antoine de Saint-Exupéry); o el lugar donde la persona se decide o no por Dios (Cat. de la Iglesia, n. 2563). Sabemos que «el corazón tiene sus razones que la razón no puede comprender» (Pascal), pero vale la pena intentar comprenderlas.

Llegar a la mente para madurar

Hay que conocer también la mente. Joseph LeDoux fue el primero en descubrir el sistema de la amígdala cerebral, con sus interacciones y capacidad de guardar recuerdos emotivos. Este sistema puede actuar con independencia de la corteza racional y “decidir” si algo nos gusta o no, si estamos en peligro o no: por ejemplo, desencadena la alarma ante una víbora, antes de que la presencia del animal sea advertida por la corteza y la persona sea consciente del peligro.

Pero somos libres: este sistema no es ciego. Una frase famosa dice: «Entre un estímulo y la respuesta hay un espacio. Y en ese espacio se encuentra nuestra libertad y el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta está nuestro crecimiento y libertad».

Experimento del marshmallow y autocontrol

Madurar es entrar en ese “espacio” y guiar las respuestas. Walter Mischel: the marshmallow test. A finales de los años 60 y principios de los 70, cuando era profesor en Stanford University, estudiaron a preescolares. Les dejaban solos en una habitación, con un marshmallow, prometiéndoles dos si esperaban a que regresaran. Algunos se comían el dulce inmediatamente, otros lo probaban un poquito…, o eran capaces de esperar lo que se llamó gratificación retardada.

Los siguieron hasta que salieron del colegio y después. Se comprobó que los que habían sido capaces de esperar cuando eran niños, eran más competentes socialmente: efectivos, con más asertividad, mejor tolerancia a la frustración y al estrés, más capaces de desafíos, proyectos y confianza en sí mismos, y eran mejores estudiantes. La falta de control fue el mejor predictor de delincuencia y uso de drogas en la edad adulta.

Autotrascendencia en el proceso de madurez

20 años después, Mónica Rodríguez, discípula de Mischel, hizo en Chile un experimento similar, esta vez filmado con una cámara oculta. A niños de 5-6 años se les dejaba con una galleta de chocolate (Oreo), ofreciéndoles más si esperaban.

Inés, de 6 años, no solo fue capaz de esperar a que llegara Mónica y conseguir más galletas, sino que cuando estas galletas llegaron, las guardó en una bolsa para llevárselas a su madre. Este gesto va más allá de algo condicionado o la espera de un premio. Muestra una capacidad humana esencial: la autotrascendencia, la apertura. Es clave en el proceso de madurez.

Los animales también son capaces de esperar, aunque es más difícil. No hará lo que hizo Inés, pues no puede ofrecer su propia recompensa a otro, desinteresadamente, por amor, por servicio. El animal no tiene la capacidad de autotrascendencia (Viktor Frankl).

2. Madurez en la armonía

Se pueden considerar dos líneas psicológicas: quienes señalan como meta el equilibrio o la homeóstasis, con sus emociones, razonamientos y deseos voluntarios, en la paz y la tranquilidad. Y los que identifican la meta en la armonía, subrayando la importancia del esfuerzo o la tensión para alcanzar ideales o valores; para amar con sacrificio, para donarse. El equilibrio apunta al yo y la armonía a los demás.

La búsqueda exclusiva del equilibrio mira hacia uno mismo. Por eso ha sido llamada “selfismo”. Detrás están las ideas de Abraham Maslow, para quien el hombre se autorealiza en un proceso creciente de satisfacción de necesidades. Transforma la frase de san Agustín, en: «Se sano y haz lo que quieras».

Si la meta es la armonía, en cambio, se sale de uno mismo en un movimiento de aototrascendencia. Es la línea que sigue Gordon Allport. La armonía nos recuerda lo que sucede con un instrumento de cuerdas: cada cuerda ha de tener la tensión justa para dar la nota adecuada. La armonía nos hace madurar con y hacia los demás.

Madurez en las etapas del desarrollo

Erik Erikson, al estudiar las características esenciales de la infancia, la juventud y la vida adulta, pone el acento en la adquisición de un grado creciente de identidad. El niño crece en esperanza y fortalece su voluntad. El adolescente y el joven descubre quién es, su identidad y su intimidad, se hace capaz de fidelidad y de amor. El adulto crece en capacidad de donación, sabiduría, integridad y aceptación. La clave está en dos binomios: identidad / intimidad; fidelidad/amor.

Un signo importante de armonía es la capacidad de convertir los instintos en tendencias.

Otra nota de la madurez es pasar del vicio a la virtud. Obrar de acuerdo a la realidad de nuestro ser, y crecer en libertad, como explicó Aristóteles. El vicio pone delante el mal, lleva a la mentira y a la esclavitud. La virtud muestra el bien, la verdad y hace libres. Esto es madurar.

La madurez en personas concretas

Ayuda ver estas características en personas concretas. Carlo Acutis (1991-2006). Fue beatificado el 10 de octubre de 2020. Suya es la frase: «Todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias».

Características de la persona madura

  • Seguridad emotiva, que les permite no solo saber si están tristes o alegres o enfadados, sino descubrir por qué y si es bueno o malo: saber qué sienten y cómo se llama lo que sienten, qué procesos desencadena, cómo reaccionar y cuáles pueden ser las consecuencias.
  • Percepción realista de cuanto les rodea y de ellos mismos, de sus habilidades y compromisos, que les hace capaces de afrontar una misión con seguridad y confianza.
  •  Auto-objetivación o comprensión de sí mismo: quién soy, cuáles son mis valores.
  • Concepción unificadora de la vida hacia la meta, con una misión.

La madurez es una seguridad realista y una comprensión unificadora.

3. Emotividad abierta:

El desafío del proceso de madurez es llegar a ser quien uno está llamado a ser, y en cada etapa se aprecia la apertura.

La emotividad, nuestro corazón, está de algún modo abierto. «La madurez aumenta a medida que la vida se separa de la inmediatez del cuerpo y del egocentrismo» (Gordon Allport), como el niño que deja de decir: mío, mío…

Las cuatro C de la emotividad abierta:

  •  Conocida, pues somos capaces, con la inteligencia y la voluntad, de abrir el mundo inconsciente y hacerlo consciente, algo esencial en la tarea de formación.
  • Comunicada a otros: mostrar los propios sentimientos es un signo de madurez y, aunque la forma de hacerlo varía en las culturas, ocultarlos del todo da lugar a personas frías y frágiles. La expresión de las emociones es fundamental para el conocimiento mutuo.
  • Clara, se hace evidente en cualquier persona.
  • Coherente: los sentimientos calzan con la totalidad de la persona y se dirigen al mismo objetivo. Si falla la coherencia, se rompe el mundo interior. Puede estropearse el sistema y fallar hasta la capacidad de juicio.

Conclusiones

La madurez humana es un proceso de transformación. En un cristiano se puede comparar a la construcción de una pirámide: la pirámide de la madurez cristiana, quer se explica ne otro artículo.

Wenceslao Vial

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