Los orígenes de la revolución sexual
La voluntad de placer llevada al extremo
Se suele decir que la revolución sexual comenzó en la segunda mitad del siglo XX. Gran parte de la teoría que la fundamenta ya estaba sin embargo escrita, y no solo por Freud.
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A inicios del siglo XX se promueven diversos cambios de costumbres que buscaban “liberar” los instintos. Entre 1970 y 1980 esas prácticas alcanzan su mayor difusión. Los resultados no fueron los esperados.
Numerosas personas pierden aún hoy la libertad, arrastradas por un río de emociones transformadas en ídolos. El deseo de recuperar el cuerpo y abandonar “prejuicios sexuales” ha dado lugar a un aumento de criminalidad como la pornografía, la prostitución y los abusos.
Después de casi 100 años se repiten antiguos lemas que fomentan “la danza en torno al cerdo de oro”, como llamó Frankl a la industria del sexo.
Wilhelm Reich y el inicio de la revolución sexual
(cfr. Historia de las ideas contemporáneas)
«Reducida a su expresión más simple, la justificación de la tesis de la sociedad permisiva tiene como fundamento la idea de que la inhibición modifica estructuralmente al hombre, de tal modo que obra, siente y piensa contra su interés natural, la alegría del vivir, la tendencia a la felicidad; y da lugar al carácter represivo, autoritario, reaccionario y como consecuencia agresivo».
Esta es la idea base del libro Psicología del fascismo (1933), que aplicaba al análisis de la sociedad contemporánea conceptos ya presentados en otra obra escrita algunos años antes, La revolución sexual.
Su autor, Wilhelm Reich (1897-1957), identificaba represión con fascismo, entendiendo este último en un sentido muy amplio. La ambigüedad del uso del adjetivo fascista hacía que toda institución tradicional, todo signo de autoridad fuera considerado como represivo e inhibitorio.
Reich simplifica el marxismo: eliminando todo elemento mesiánico, queda sólo el materialismo histórico. Ahora bien, los hechos políticos de la primera mitad del siglo —el nacimiento de los movimientos fascistas— han puesto en evidencia que el elemento económico no es el motor de la historia. Efectivamente, fueron las masas empobrecidas las que contribuyeron a la conquista del poder por parte de los fascistas. El momento decisivo es el ideológico.
Marx no podía conocer la psicología científica, pero ahora podemos entender que lo que mueve la historia es la sexoeconomía: «no existen conflictos característicos de clase. Por esto los términos económicos de «burguesía» y «proletariado» han sido sustituidos por los términos característicos de «reaccionario» y «revolucionario» o «liberal». Esta modificación se hizo necesaria a causa de la peste fascista» (Prefacio de agosto de 1942 a Psicología de masa del fascismo).
Reich sostiene que, si se dejara el campo libre a las pasiones, la agresividad humana desaparecería.
Felicidad sexual como revolución sin la ética
En la sociedad post revolución sexual deben desaparecer las ideas contrarias a la felicidad sexual, y como consecuencia habrá que terminar con la familia tradicional y con la Iglesia tradicional:
«El cristianismo de los orígenes —señala Reich en La revolución sexual— era fundamentalmente un movimiento comunista. Su poder de afirmación de la vida derivó, a través de la negación contemporánea del sexo, hacia lo ascético y lo sobrenatural. Transformándose en Iglesia, el cristianismo que luchaba por la afirmación de la humanidad, renegó de sus propios orígenes. La Iglesia debe su poder a la estructura humana que resulta de una interpretación metafísica de la vida; prospera sobre la vida que elimina».
La propia historia de Wilhelm Reich
Reich contó en su autobiografía (Pasión de juventud: una autobiografía. 1897-1922, Paidós, Barcelona 1990) todas sus perversiones sexuales, presentes desde la infancia.
Llegó a afirmar que en toda materia hay una energía básica de tipo erótico, llamado orgon u orgona. Por venta ilícita de «acumuladores de orgona» estuvo dos años en la cárcel en los Estados Unidos (cfr. J. TRILLO-FIGUEROA, La ideología del género, Libros Libres, Madrid 2009, pp. 81-86).
Fuente sobre Reich: Mariano Fazio, Historia de las ideas contemporáneas, p. 351.