Oración: Soneto de la mirada limpia
Una buena mirada conlleva grandes bienes, una mala mirada puede desembocar en crímenes. Con la vista contemplamos la belleza. Con la vista nuestro cerebro y el corazón se cargan de imágenes que repercuten en decisiones y acciones. Los ojos son ventanas de nuestro mundo interior, por donde entra lo bueno o lo malo.
El rey David, distraído y aburrido, terminó mirando donde no debía. Su impulso no controlado y su pasión le llevo a matar a uno de sus servidores más fieles, para quedarse con su mujer (cfr. 2 Samuel, 11). El profeta Natán le hace ver su pecado y la gracia de Dios lo convierte.
La mirada contiene un mundo
Ojalá pudiéramos ver siempre con los ojos de Jesús. Cabe pedírselo, como el ciego del que nos habla san Marcos:
Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.» Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.» Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.» Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino (cfr. Mc 10, 46-52).
Pedir una mirada limpia, buena, bella y verdadera
«Maestro, que vea», es la eficaz petición de Bartimeo. Un buen consejo, una oración breve y sencilla. Ante el desafío de ver cómo Jesús y de guiar las pasiones, ofrecemos este Soneto de la mirada limpia.
Una mirada limpia repercute en el corazón y da esplendor nuevo a la vida. Permite descubrir el ser sagrado en nosotros y en los demás. Por eso dijo Jesús: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8).
Soneto de la mirada limpia
A tu imagen Señor me creaste,
cuerpo y alma que ansías salvar.
En tu amor me atrevo a confiar,
pues semejante a ti me quisiste.
Disfrutar de la belleza te pido,
que en cada alma tú haces brillar.
No permitas que yo pueda desgarrar
velo tan sagrado que has querido.
Deslumbre mi vista tu pura bondad.
Y cegado al torpe desvarío,
jamás robe a nadie intimidad.
Yelmo de esperanza y caridad,
préstame en tan noble desafío.
Limpie Señor mi corazón tu verdad.
Wenceslao Vial Mena
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